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martes, 25 de octubre de 2011

LA ODONTOLOGÍA EN LA UNIVERSIDAD ARGENTINA


INTRODUCCIÓN
Desde el 12 de Agosto de 1821, fecha en que fuera fundada la Universidad de Buenos Aires, puede decirse que, la institución llamada "Universidad", no fué más una torre de marfil como se la catalogaba en otros paises.
Con la excepción del período  de gobierno de Juan Manuel de Rosas, y del gobierno dictatorial de los años 1976-1983, la universidad  pública fué siempre gratuita. La Universidad de Córdoba fundada dos siglos antes, también lo fué durante extensos períodos.  Sin embargo sólo a partir de 1918, como consecuencia del movimiento conocido como " Reforma Universitaria ", iniciado precisamente en Córdoba, y del período iniciado en 1946, la Universidad Argentina se abrió a las clases populares, en el primer caso con la sola condición de una prueba de admisión, y en el segundo, con el acceso irrestricto luego de concluido el ciclo secundario.                     
No obstante, y sin apelar a la meneada expresión " excelencia " como patrón de calificación, la universidad argentina logró cimentar un prestigio y una calidad científica, que la equiparan con las mejores del mundo. Vale la pena r ecordar los cinco premios Nóbel que surgieron de su seno, los quince presidentes del País provenientes tán solo de la U.B.A, y las cataratas de científicos e intelectuales que poblaron como docentes e investigadores las universidades más importantes en los paises más   desarrollados.
La producción científica y el liderazgo en temas de ciencia, tecnología y humanidades, fué una constante durante varios períodos de su historia, entre los que se puede destacar notoriamente el comprendido entre los años 1955 y 1966, abortado por un golpe cívico-militar y el período iniciado en 1984, en ambos casos bajo el respaldo de la autonomía académica y la autarquía financiera.
No obstante haber atravesado situaciones críticas provenientes de distintos avatares políticos y de penurias económicas, el sistema universitario oficial fué ampliándose, primero abriendo nuevas casas de estudio en los grandes centros poblacionales, y luego abarcando zonas desprotegidas del País, a las que les abrió un camino a la ciencia y la cultura, que ayudó a su progreso económico y social, y que permitió retener a su juventud y crear polos de desarrollo impensados sin la colaboración de las casas de estudios superiores.
A partir de 1958, con la promulgación de la ley que autorizaba la creación de universidades privadas con título habilitante, tambien la universidad pública debió competir con dichas casas de estudio, pero en ningún momento declinó su nivel, y como lo expondremos más adelante, fué un acicate que le permitió seguir manteniendo los niveles de aceptación y elección que la ubican al tope de la consideración popular.
Y todo ello, con independencia de la obligación que la sociedad le impuso, en su condición de soporte económico de la misma, de avanzar acortando distancias entre la producción, transmisión y aplicación del conocimiento.
Así, según lo expresara Sanguinetti, " la universidad se sacude de su exclusiva función de formar profesionales. Abre sus claustros excelentes a un caudal numeroso de docentes y alumnos, actualiza sus planes, investiga, se ocupa sánamente de los problemas sociales y políticos, adhiere a la democracia y al sistema republicano, beca a sus estudiantes menos pudientes y graduados de menores recursos, atiende la salud pública, hace extensión, desciende a las villas y zonas de emergencia, crea ( la UBA ) una editorial ( EUDEBA ), la más importante de habla hispana, publica a través de ella numerosos libros fundamentales a precios insignificantes; en suma, cae la  torre de marfil, y la universidad pública empieza a devolver a la sociedad que la sostiene, los bienes recibidos ".
Ya la formación de profesionales no es solo una preocupación de sus potenciales recipiendarios o de las clases acomodadas, Desde el obrero más modesto, hasta el más poderoso industrial, hoy necesitan de un profesional bien formado que atienda a la solución de sus problemas, y que esa utilidad se manifieste en mejores servicios, en investigaciones que promuevan el avance de la ciencia y la cultura, y en la difusión del conocimiento para garantizar una mayor transparencia y eficiencia de los actos públicos y privados.
                  

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