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viernes, 1 de enero de 2021

LA ODONTOLOGÍA EN TIEMPOS DEL ALZHEIMER


Los avances logrados en las últimas décadas en relación con la esperanza de vida de la gente, no se acompañaron con el aporte de conocimientos y terapéuticas que le agregaran dignidad a quienes logran ingresar a los grupos etarios de edad avanzada.
El incremento a la par, de las personas con enfermedades degenerativas corticales, ha creado una nueva preocupación que desafía los alcances de la eugenesia, y requiere de un plus en las tareas de los profesionales de la salud.
La enfermedad de Alzheimer, conocida desde 1907, constituye en el mundo entero una crisis de salud global que afecta a casi 50 millones de personas, y se proyecta hacia una duplicación, e incluso triplicación de los casos en los próximos 25 años.
El pico máximo de la enfermedad arranca entre los 60 y 65 años, con una sobrevida de 8 años luego de la aparición de los primeros síntomas.  En Argentina, la padecen unas 400.000 personas y constituye la quinta causa de muertes.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa, de carácter progresivo, que origina la pérdida de la memoria, cambios en el comportamiento, disfunción cognitiva y deterioro funcional motor, con un compromiso global sistémico que complica enormemente su tratamiento.
El odontologo debe estar consciente, que en éstos enfermos que han perdido sus habilidades, se deterioran sus hábitos de higiene, lo que ligado a 
los efectos secundarios por acción de los medicamentos requiere que las terapias preventivas se constituyan en un factor preponderante para brindar una atención segura, efectiva y de calidad. La insistencia al enfermo para que no olvide su diario cepillado dental, y en ocasiones ayudarlo en su ejecución (cepillado asistido) resulta fundamental.
Por supuesto que los tratamientos deben ser siempre llevados a cabo por personal preparado para éste tipo de pacientes, que deben abordarse a través de la interdisciplinariedad, y con un gran compromiso para el núcleo familiar a quien le demanda un efectivo involucramiento en trabajo, sacrificio económico y el dolor de admitir que no hay recuperación posible. Vale la pena conocer que muchos de éstos enfermos se encuentran recluidos en residencias geriátricas, que según el Ministerio de Desarrollo Social son "Centros de alojamiento y de convivencia que tienen una función sustituta del hogar familiar donde se les presta una atención 
integral".Casi 90.000 personas mayores viven en residencias, y un 35 % presenta algún déficit cognitivo o físico. Solo en la ciudad de Buenos Aires hay casi 25.000 ancianos internados en casi 600 residencias.  Cabe consignar que el 17.3 % de la población adulta mayor es pobre por ingresos. Más de 900.000 mayores se encuentran por debajo de la línea de pobreza. El 5 % son indigentes.  Esta situación social, que impide la internación de gran parte de los mayores, determina que en muchas oportunidades sus familias no puedan asistirlos adecuádamente, y quienes están internados, no siempre cuentan con personal de apoyo para ayudarlos en sus necesidades. Por ello, mas que considerar a éste tipo de enfermos como "sujetos de derecho", lo que no siempre se materializa, son en realidad "objetos de cuidado", hecho que depende de la solidaridad y aprecio de los centros de internación geriátrica, o de la dedicación de sus familias para aquellos que por cuestiones económicas o burocráticas no puedan acceder a ellos.
La atención odontológica, por tanto, no depende de la elección del enfermo, sino de que quienes asumen su cuidado y se preocupan por proporcionarles la debida asistencia. 

Entre las causas de la enfermedad de Alzheimer se cuentan la edad, sexo, hipercolesterolemia, diabetes 2, edad de los padres al nacimiento, enfermedades cerebrovasculares, trauma cráneo-encefálico, infarto de miocardio, defectos inmunológicos, alteraciones cromosómicas,
acciones ambientales como infecciones, intoxicaciones, situaciones educacionales y ocupacionales, disminución de folatos y vitaminas 
B 12, B 6, homocisteina, y el uso desproporcionado de antiinflamatorios y estrógenos. En el 25 % de los casos se admite el influjo genético del gen APOE-e4.
Se ha especulado con un efecto adverso de las intoxicaciones mercuriales, entre las que se señala a las amalgamas dentales por su posible acción neurotóxica. Este compromiso no ha sido efectivamente demostrado.  Lo que si ha podido demostrarse, es una relación estrecha entre la enfermedad y la incidencia de caries.
En la universidad de Copenhague se llegó a la conclusión que el
Alzheimer convive con una incidencia importante de caries en el primer año de la enfermedad.  También en Suecia, donde la sufren 130.000 personas, se ha comprobado idéntica relación.
Otra  importante constatación es la estrecha relación entre la enfermedad con la pérdida de dientes y las enfermedades bucales en general.  La universidad de Kentucky llevó a cabo pruebas cognitivas durante un año en 144 pacientes desdentados parciales de entre 75 y 98 años en un grupo de monjas de la escuela de Notre Dame.  Quienes no experimentaban demencia en la primera revisión, presentaban más de 10 dientes en su boca, mientras que los que poseían entre 0 y 9 dientes presentaban signos de demencia o riesgos de desarrollarla. Se especuló que la diferencia podría radicar en deficiencias nutricionales, infecciones y enfermedades crónicas que actuarían simultáneamente en la producción de enfermedades dentales y daño cerebral.
Esta enfermedad, que la padecen entre el 10 % y 15 % de los mayores de 65 años, y 20 % de los mayores de 80 años, con un predominio para el sexo femenino que lo sufre en casi los 2/3 de los casos (tal vez por su mayor expectativa de vida), requiere como dijéramos , de una acción intensiva por parte de la odontología.
Los efectos bucales del Alzheimer están representados por la xerostomía (sequedad bucal), debida a la acción de los inhibidores de la colinesterasa, los ansiolíticos y antipsicóticos empleados en el tratamiento, con su lógica consecuencia de un incremento en la producción de caries, aunque en ciertos casos también se produce sialorrea, disfagia, disgeusia, glositis, estomatitis, sialoadenitis y espasmos de la musculatura masticatoria.
El empleo del flúor tópico y los enjuagues de clorhexidina debe comenzar en los primeros tramos de la enfermedad.
Los tratamientos dentales en general, requieren de una premedicación sedante por boca y a veces por vía endovenosa con drogas anestésicas de corta duración debido a la falta de cooperación de los pacientes.  Los tratamientos protéticos deben limitarse en lo posible, pues éstas personas no se adaptan fácilmente a las prótesis removibles si se tiene en cuenta que en el 
70 %  de los casos hay problemas con la desadaptación, higiene y producción de hiperplasias gingivales. La ayuda para la limpieza de las prótesis es esencial.
Lo aconsejable es el abordaje interdisciplinario, (en Japón se lleva a cabo en clínicas especializadas con participación de anestesistas), y estrecha colaboración de la familia, siempre con un consentimiento informado de por medio en la medida en que éstos pacientes no están en capacidad de decidir lo que es mejor para su salud.

Resumiendo, podemos extractar las claves del abordaje de los pacientes con Alzheimer, las que deben tenerse en cuenta para enfocar adecuadamente su atención :

*  El aumento del número de enfermos de Alzheimer también
    impacta en las clínicas dentales.

*  Se detecta fácilmente una deficiente higiene bucal con sus
    consecuencias en las estructuras dentales.

*  Es necesaria la aplicación temprana de medidas preventivas.

*  Cada caso debe ser abordado en forma individual.

*  Las familias deben involucrarse efectivamente.

*  La interrelación e interdisciplinariedad es indispensable.

*  Los tratamientos deben planificarse en los primeros tramos
    de la enfermedad.

*  La sedación por boca o la anestesia general deben emplearse
    según lo disponga el médico responsable.

*  Los tratamientos extensos y complejos deben evitarse. 

*  Los organismos públicos de salud, deben velar y controlar
    que éstos enfermos reciban la atención odontológica, ya en sus
    hogares, o en las residencias u asilos de internación.