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sábado, 5 de octubre de 2013

EL FENOMEMO DE LA EMIGRACION DE PROFESIONALES EN ARGENTINA. ( segunda parte )


          LA  REPATRIACIÓN  DE  LOS  EMIGRADOS

Cada emigrante es para el país, una pérdida múltiple e irreparable.
Esfuerzos individuales, sacrificios familiares, esperanzas fallidas,y ruptura de lazos de familia, afectos y costumbres, representan a veces una opción desgarradora.  Pero al mismo tiempo significa para el país, un drenaje económico, ya que se pierden ingentes sumas de dinero invertidas en la formación de los profesionales que, con su traslado, le significan un evidente ahorro a los países receptores.
Siempre se ha dicho en algunos cenáculos intelectuales, que el hombre de ciencia tiene derecho a buscar más bienestar y consideración, y una carrera ascendente, evitando estancarse o retroceder en su país.  También se escuchaba argumentar que " para algunos, la verdadera patria es dónde se está mejor " ( Ubi bene ibi patria ).  Si bien la ciencia no tiene patria, el hombre de ciencia si la tiene. Es la tierra donde nació, se educó y formó, lo que lo sostuvo, le permitió vivir, educarse y crecer en todos los aspectos. Allí tiene sus amistades y su familia, factores de profunda significación en los argentinos.  Además, tiene la obligación moral de devolverle al país que lo formó, un legado traducido en servicios y acciones de desarrollo que impulsan su progreso.
Si los estadounidenses, japoneses, franceses, israelíes, australianos o canadienses hubieran emigrado en forma permanente a otros países en su momento más adelantados o desarrollados que el suyo, no hubieran conseguido luego alcanzar el portentoso progreso actual.  Sus hijos fueron al exterior para instruirse, pero volvieron y trabajaron con tenacidad y audacia para que su patria alcance el destino manifiesto de grandeza que ansiaban en su época de formación.
Las razones que impulsan a la repatriación son casi únicas para cada emigrado.  Aquellos que se fueron en forma espontánea, ya por razones económicas o de descontento con las oportunidades que le brindaba su país para desarrollarse, en muchos casos lo hicieron pensando en un futuro regreso, ya por el cambio de la situación económica de su patria, o por su propio progreso que, a muchos de los emigrados, les permitió invertir sus ahorros en su país y poder usufructuarlos a su regreso.
Los que emigraron por contratos con empresas transnacionales o con instituciones requirentes de mano de obra profesional, suelen perder dicha condición y deben analizar en su momento la posibilidad del retorno o iniciar la búsqueda de una nueva oportunidad de trabajo fuera de su país.
Lo mismo les sucede a quienes migraron forzadamente, y con el cambio de la situación que los empujó al destierro, deben analizar si les conviene el regreso o aprovechar las oportunidades de progreso que les ofreció el país de su elección.
En todos los casos descriptos, las situaciones de índole familiar suelen también influir en la última decisión. Dejando de lado aquellos casos de fracaso o disconformidad con lo conseguido, que suelen impulsar al regreso, el paso de los años originó cambios familiares en los emigrados tales como formar pareja con autóctonos, nacimiento y progreso de sus hijos, y aún el crecimiento y adaptación de hijos emigrados de pequeños, factores éstos que suelen impedir tomar resoluciones a los padres, y que en muchas ocasiones determinaron tristes separaciones familiares.
Cualquiera sea la situación que se plantea, también es cierto que el emigrante debe hallar a su regreso una posición ya asegurada, medios de trabajo satisfactorios, ambiente estimulante y propicio, retribución digna y vivienda adecuada.  Los repatriados independientes, deben valorar su situación en relación con los medios de que disponen para acceder a todos esos requerimientos, y los científicos o intelectuales que trabajaron en relación de dependencia pública o privada, deben evaluar las condiciones que los gobiernos les ofrecen para su regreso. Es cierto que muchos de los que tramitan o deciden su vuelta, se sobrevaloran, les cuesta adaptarse a las nuevas condiciones, o exigen medios y recursos que el país todavía no está en condiciones de proporcionarles.
No obstante, algunos gobiernos argentinos han intentado en distintas épocas, ofrecer condiciones aceptables a quienes, pudiendo desarrollar tareas en beneficio del país, al mismo tiempo experimentan deseos de regresar.
Tal vez el primer intento fue llevado a cabo por el CONICET en sus inicios, otorgando 22 subsidios, financiados por la Fundación Ford entre 1958 y 1963 para repatriar científicos que ya contaran con algún ofrecimiento de nombramientos en universidades o instituciones científicas públicas.
Así mismo, por Decreto 13438 de 1962, se conceden exenciones aduaneras y cambiarias a quienes hayan tenido actuación destacada en el exterior.  Estas exenciones afectan al instrumental, aparatos científicos, elementos de la especialidad, automóvil en uso y efectos personales y del hogar.
El Decreto 2754 de 1964, consolida y amplía algunas de las exenciones para aquellos que hubieran permanecido en el exterior no menos de tres años ( se exceptuaban los becarios y funcionarios).   En 1965, se dicta el Decreto 7558 que crea la Comisión Especial de Estudios de la Migración de Científicos, Profesionales y Técnicos Altamente Calificados.  Se aprueban más de 400 solicitudes, exceptuando a quienes solo hubieran hecho ejercicio simple de su profesión sin haber obtenido especialización o accedido a tareas de dirección.
En 1984, se crea la " Comisión Nacional para el retorno de los argentinos en el exterior " ( Decreto 1798-84 ), destinado a científicos que hubieran permanecido más de tres años fuera del país, a quienes se les ofrece condiciones especiales para trabajar en docencia e investigación, y se les otorgan subsidios para la compra de vivienda y mobiliario. No poseemos datos de cuantos regresaron, pero conocemos a muchos de ellos que, participando en concursos abiertos, obtuvieron cargos docentes de relevancia en universidades públicas, y accedieron a puestos de trabajo en instituciones científicas y hospitalarias.
En el año 2001, algunas ONGs internacionales, colaboraron con otras locales para promover el regreso de científicos y técnicos al país. Help Argentina, relacionada con laboratorios nacionales y extranjeros, abrió concursos internacionales evaluados por jurados altamente calificados, para repatriar científicos que luego eran incorporados como jefes de laboratorio en distintos institutos, a quienes se les otorgaba subsidios Start-Up de 30.000 dólares para equipamiento de sus respectivos centros de estudio o investigación.
Para dicha fecha se contaba con información sobre la presencia de alrededor de 24.000 profesionales desarrollando tareas en el exterior.
De éste modo, las universidades, con el apoyo del CONICET, fueron incrementando los centros de investigación en sus cátedras y servicios, y fueron ampliando las plazas disponibles tanto para quienes se iniciaban en el país, como para que los que emigraron pudieran contar con lugares para su trabajo.
En cuanto a los profesionales que solo hubieran desarrollado en forma simple su trabajo durante períodos superiores a los tres años, se los exceptuaba de las tasas aduaneras e impositivas sobre elementos de trabajo, mobiliario, automotores en uso, etc., debiendo hacerse cargo de los gastos inherentes a fletes marítimos o aéreos.
La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, inició a fines de 2008 un plan tendiente a fortalecer las capacidades científicas y tecnológicas del país, por medio del desarrollo de políticas de vinculación con investigadores argentinos residentes o emigrados.  Se trata del Plan Raices. En ese sentido, se alienta el retorno de científicos, que según cálculos, para fines de 2013 ascenderían a 1.000, los que a su regreso tendrían un lugar y contrato de trabajo. En el gráfico que se expone, se puede apreciar la probable proveniencia de dichos profesionales. El plan no dió los resultados esperados, aunque se cumplió en forma parcial.
Se estima que residen actualmente en el extranjero unos 4.800 científicos y tecnólogos en los EE.UU, y alrededor de 4.000 en países europeos y 3.000 en Brasil, sin considerar números inferiores en otros países, por lo que la tarea de su repatriación será larga y onerosa.
Al mismo tiempo se calculan unos 25.000 profesionales universitarios ejerciendo en distintos países de los cinco continentes, y si bien no representa una opción para el país el aliento de su regreso, el número da una idea del despilfarro de recursos que insumió su formación.
Resulta una penosa incongruencia en éstos últimos años, la emigración de autóctonos, y al mismo tiempo, la inmigración desde países vecinos, especialmente de profesionales de las ramas médicas involucrados solo con el ejercicio profesional.
El país, debe extremar los cuidados a los efectos de impedir que migren aquellos profesionales capaces, que insumen ingentes recursos para su formación, y al mismo tiempo estimular el regreso de los científicos y técnicos que se requieren para el progreso del país, quienes deben recibir condiciones que los satisfagan desde el punto de vista de su realización económica y vocacional, pero también deben volver con el honesto propósito de adaptarse a las circunstancias, o de luchar para modificarlas, sin pretensiones imposibles de satisfacer.
La migración de profesionales, es una derrota del sistema educativo y productivo de una nación, pero fundamentalmente de sus políticas de recursos humanos.  Dichas políticas, deben atender a incentivar la formación de profesionales en  las áreas cruciales para el desarrollo del país, y luego ofrecerles posibilidades de trabajo y progreso no solo a través de los resortes que maneja el estado, sino también a través de políticas económicas que promuevan la creación de nuevas industrias y servicios privados.
Al mismo tiempo, debe desalentar aquellas carreras parasitarias de la burocracia estatal, y de aquellas que ya no encuentran un mercado de trabajo apropiado.
Derrochar esfuerzos y recursos que luego crearán solo resentimiento y frustración, y no aplicarlos a la formación de personal imprescindible para el progreso del país, demuestra una absoluta carencia de planificación estratégica; y si bien puede discutirse la filosofía del planeamiento, jamás debe discutirse su necesidad.
El planeamiento es el proceso mediante el cual los sistemas, sean instituciones o países, adaptan sus recursos al medio que los circunda, así como a las fuerzas internas en continuo cambio.


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