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martes, 15 de septiembre de 2020

SOBRE EL EMPLEO DE ANTIBIÓTICOS EN ODONTOPEDIATRÍA


El empleo empírico de los antibióticos en las infecciones de orígen dental, es una práctica corriente, y son excepcionales los casos en los que se recurre a un cultivo y antibiograma para encauzar el tratamiento.
Cuando se trata de infecciones en niños, en general se recurren a dosis de antibióticos inferiores a las usadas en adultos, sin tener en cuenta las peculiaridades y características diferenciales con relación a ellos, que no siempre responden al solo hecho de su diferencia etaria, y que en ciertas oportunidades, ya por la talla, el peso y el metabolismo igualan al niño con el adulto, y por tanto requerirán dosis equivalentes.
La gravedad de la infección (compromiso del estado general, vecindad a órganos importantes, progreso inusual del cuadro clínico o refractariedad al tratamiento inicial), tambien son situaciones a considerar.  Además, el control ambulatorio (a veces difícil) y la falta de cooperación en los niños más pequeños, puede influir en la ausencia de resultados acordes con lo esperado del tratamiento instituido.
Por otra parte, la educación sanitaria de los progenitores incide en el uso adecuado de los antibióticos recetados.  Es común observar que muchos padres, con dificultades educativas y carencias económicas, tiendan a pensar que ante cualquier manifestación de dolor en la cavidad bucal de sus hijos, deba recurrirse al empleo de antibióticos y reclaman el auxilio de la seguridad social o del servicio público.  En cambio, en padres de niños con mejor educación,  se acepta con mayor comprensión la opinión del profesional, aún si ésta desecha el empleo de medicamentos.
Ambos grupos de padres, suelen no tener la misma apreciación sobre el uso excesivo de antibióticos, y en oportunidades, la actitud que tienen ante un problema bucal de sus hijos, puede llegar a influir en el odontólogo para que receten drogas que no son necesarias.  Pocos padres saben que los antibióticos no son imprescindibles en todas las infecciones (Pediátrics- 20 de Julio de 2015), y aún debidamente informados por el profesional, prefieren dar a sus hijos un antibiótico que no necesite.
Problemas de educación, de comunicación y de falta de confianza hacia el profesional, suelen propender a desconfiar de sus recomendaciones e insistir en el reclamo de alguna receta para mitigar el dolor o combatir rápidamente las manifestaciones visibles de una infección. Cuano dichos problemas se  transforman en atributos positivos, se acepta con mayor agrado el criterio impuesto por el facultativo.
Otro aspecto a considerar, es cuán preparado se encuentra el odontopediatra para asumir con idoneidad la toma de decisiones y la tarea de convencer a los padres sobre su necesidad de cooperar.
Cuando no se dispone de un antibiograma, el criterio clínico debe sustentarse en un riguroso manejo de la situación que incluye, un diagnóstico correcto sobre la lesión o los síntomas presentes, y una sospecha fundada sobre el gérmen causante de la infección.  Al mismo tiempo, se requiere de un conocimiento sobre el estado clínico general del niño, de sus condiciones socioeconómicas, de los productos antimicrobianos disponibles, de su dosificación precisa, y de las eventuales medidas complementarias (a veces con prescindencia de antibioticos) como los drenajes en sus distintas formas.
Decía Osvaldo Loudet que, "el error clínico involucra el error terapéutico", y en muchas oportunidades hemos visto descargar las iras de algún profesional sobre la falta de acción de un antibiótico, cuando en la realidad no era el aconsejado, su dosificación no era la correcta o el diagnóstico era erróneo, y por tanto la droga no resultó efectiva porque su indicación no se correspondía con el cuadro patológico real.  También hemos observado que, por desconocimiento, por falta de tiempo para utilizar los medios adecuados de diagnóstico o por imposición de los padres, se han recetado antibióticos en pulpitis que por supuesto requerían de alguna práctica específica.
Cuando la antibioterapia se considera una necesidad en base a un exhaustivo estudio clínico, y el tratamiento debe ser  empírico por falta de cultivos y antibiograma, es preciso conocer los gérmenes habituales que producen determinadas  infecciones como así también cuales son las drogas que pueden resultar más efectivas para encarar su tratamiento.
 Las clásicas infecciones agudas y crónicas a nivel del periápice dentario, lo constituyen los abscesos, y los gérmenes que las provocan están representados por la prevotella bucal (también causal de las periodontopatías), los estreptococos A, el estafilococo aureus, pudiendo agregarse en casos más complejos la pseudomona aeruginosa (que bajo ciertas condiciones puede adquirir la gravedad de una bacteria CRE, de gran resistencia a los antibióticos de primera línea, y especiálmente al carbapénem).                                Suelen aparecer también en los cultivos, aunque en mínima proporción, algunos actinomyces, fusobacterium, lactobacillus, clostridium y cándida álbicans.
De un estudio publicado en la Revista Dental de Chile en 2004 
(Leitao,Pedemonte y Basilli), puede distinguirse perfectamente entre las cepas predominantes en las infecciones dentales de adultos y niños. Como lo demuestran los gráficos, en abscesos odontógenos de los adultos hay predominio de las cepas anaeróbias y anaeróbias-aeróbias ( 85 % ), en cuanto a los niños, hay un predominio de las cepas anaeróbias-aeróbias ( 75 % ) y una absoluta ausencia de los aneróbios puros.
Los antibióticos de elección para las infecciones bucales en los niños son las penicilinas, ya naturales como las sintéticas. Entre éstas últimas se destaca la amoxicilina, cuya dosis en general es similar a la aplicada en adultos cuando el peso del niño supera los 40 Kg.. Por debajo de dicho peso se administran 30-40 mg. por kilo de peso por día en tres tomas, y en lactantes es de 20-30 mg. por kilo de peso por día en dos o tres temas.  Por supuesto que ante un antibiograma, el o los antibióticos a indicar están relacionados con las bacterias presentes, sus posibilidades de resistencia y como en todos los casos con una observancia minuciosa del estado general del niño y de la respuesta que se vaya obteniendo en el decurso del tratamiento.
No existen dudas que las infecciones bucales producidas a partir de la gangrena pulpar son polimicrobianas, con predominio anaerobio en los adultos y anaerobio-aerobio en los niños.
Esta situación, aconseja no extrapolar decisiones entre los grupos etários descriptos, y emplear para el tratamiento de las infecciones en los niños, criterios que tengan en consideración las siguientes características que deben inducir al odontopediatra para la elección de la terapéutica adecuada :

1.- Diagnóstico correcto de la lesión.
2.- Lograr la comprensión del problema por parte de los padres.
3.- Intentar la colaboración del niño.
4.- Evaluar el estado general y de nutrición del niño.
5.- Conocimiento bacteriológico de la lesión.
6.- Elección adecuada del antibiotico.
7.- Manejo de las dosis y tiempo de duración del tratamiento.
8.- Seguimiento hasta la efectiva resolución del problema.

EL NIÑO NO ES UN ADULTO EN MINIATURA, ES UN SER QUE PRESENTA PECULIARIDADES Y CARACTERISTICAS DIFERENCIALES QUE REQUIEREN EL CONOCIMIENTO DE LAS MISMAS Y UN MANEJO ADECUADO DE SU PSIQUISMO.

domingo, 13 de septiembre de 2020

SALUD BUCAL Y CHOCOLATE

 

   13 de Septiembre : " Día Internacional del Chocolate "

En todos nuestros artículos referidos a la salud dental y de los demás tejidos de la cavidad bucal, ha sido una constante la premisa de disminuir la frecuencia de las comidas azucaradas y tratar de inculcar en nuestros niños y adolescentes una sabia elección de sus ingestas placenteras, descartando en lo posible todos aquellos comestibles o chicles que incluyen en su composición una apreciable cantidad de azúcares refinados.
Es bien sabido, según lo manifiestan desde siempre los nutricionistas y dietólogos, que el azúcar provee una buena cantidad de calorías, pero no agrega otros componentes fundamentales a la dieta, de ahí su denominación de " calorías vacías ".
Al mismo tiempo, el consumo de caramelos, chicles, galletitas y otras golosinas, no solo atentan contra la salud general, sino que desde el punto de vista odontológico, propician la formación de la placa dental, un biofilm pegajoso que se adhiere a los dientes y desempeña una acción deletérea sobre el esmalte dental, dando comienzo, al asociarse a las bacterias que se nutren de ella, a la caries dental.
Sin embargo, suele también incluirse entre los alimentos sindicados como perjudiciales para la salud y al mismo tiempo como cariogénico, al chocolate, en virtud de su contenido en azúcares y grasas saturadas.
El azúcar ha podido ser sustituido por los edulcorantes artificiales, y entre ellos sobresale el xilitol para su empleo en las golosinas que consumen nuestros hijos. El chocolate, también puede privarse de azúcares refinados, y obtener así el llamado "chocolate amargo"  "chocolate dietético" o "chocolate negro".  Sin embargo, en éste último caso, se obtiene una golosina que pierde atracción para sus adictos.
El chocolate es un verdadero alimento que contiene nutrientes como los carbohidratos, grasas, proteínas vegetales (proviene de la planta de cacao), grandes cantidades de potasio y magnesio, una buena proporción de calcio (especialmente el chocolate con leche que posée 200 mg. de calcio cada 100 gramos),  sodio, y vitaminas A1, B1, B2, D y E.
También contiene triptófano, un aminoácido que favorece la producción de serotonina, probado antidepresivo y reductor natural del estrés.
Las endorfinas producidas por el organismo luego del consumo de chocolate, pueden mejorar el estado de ánimo y aminorar el dolor.
Los fenoles y catequinas que entran en su composición, ayudan a disminuir el riesgo de enfermedades coronarias, siendo además poderosos antioxidantes que pueden reducir el riesgo de adquirir ciertos tipos de cáncer.
En 2002, la Asociación Americana del Corazón ( AHA ), sugería la existencia de un vínculo entre la ingesta de chocolate con el alto contenido en flavanos que mejoran el funcionamiento vascular.
Recientemente, un grupo de investigadores de la Facultad de Medicina, y de la Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Granada ( España ), ha dado por tierra con la vieja creencia de que comer chocolate "engorda".  En la revista Nutrition, se publica que "un alto consumo de chocolate, está asociado a niveles más bajos de grasa total y central (abdominal), independientemente de su dieta habitual y de si el sujeto practica o no alguna actividad física ".
El estudio fue realizado sobre un grupo de 1458 jóvenes adolescentes de 12 a 17 años pertenecientes a nueve países europeos en los que se estudió su estilo de vida, llegándose a demostrar entre otras cosas, que el consumo de chocolate no se asociaba a un incremento de la masa corporal y del porcentaje de grasa total.
Del estudio se desprende que la acción de las catequinas sobre la producción de cortisol y la sensibilidad a la insulina, influye positivamente sobre la obesidad y el sobrepeso.
Es indudable que el impacto biológico de los alimentos no debe ser evaluado solo en términos calóricos, sino también por la acción de sus componentes.  Se concluye que la ingesta de chocolate debe ser en porciones moderadas y no en exceso.  En cuanto a su posible efecto cariogénico, el chocolate común, con apreciable contenido en azúcar, no genera una firme adherencia al esmalte y es fácilmente removible por la autolimpieza y el cepillado dental; en cuanto al chocolate semiamargo, no desarrolla actividad cariogénica aún en contacto prolongado con el esmalte dental.
No obstante, si el deseo es el de comer chocolate en cantidades apreciables, lo importante es la práctica del cepillado de las piezas dentarias luego de su ingesta. La deducción primaria, sería entonces la de dar preferencia al consumo de chocolate por sobre el de caramelos, chupetines y otras golosinas no asociadas al cacao.