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jueves, 10 de julio de 2014

EXPONENTES DE LA SALUD PUBLICA EN ARGENTINA ( primera parte )



La historia del " Higienismo "," Sanitarismo " o más contemporáneamente la " Salud Pública " en nuestro país, se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, y según nuestra opinión puede dividirse desde entonces hasta nuestros días en tres etapas, caracterizadas no solo por los avances en la interpretación de sus contenidos, sino también por los hombres y mujeres que corporizaron su impronta en la planificación y profundización del conocimiento de ésta ciencia, transformada hoy en una herramienta fundamental para el logro de un pueblo que piensa  más en su salud.
Esas tres etapas se inscriben en tres épocas distintas de nuestra nacionalidad. Una primera etapa, que arranca desde los albores de nuestra institucionalización como país allá por los años 1870-1880 en la que se sentaron las bases de una concepción que equiparaba los criterios preventivos con los de  la curación de las enfermedades prevalentes. Una segunda etapa que cubre las décadas de 1930-1960, en las que la idea primigenia se corporizaba en plantar una infraestructura que, sin despreciar la ya existente, le incorporó las nuevas tecnologías disponibles para la época, y profundizó las acciones preventivas que se manifestaron en la mejora de los índices de morbilidad.  Una tercera etapa, que se extiende hasta el presente, hizo uso de las nuevas herramientas provistas por la epidemiología, gestionó con un conocimiento profundo de las ciencias sociales y se abocó a la formación de especialistas que pudieran comprender más acabadamente la historia natural de la enfermedad, e investigar y difundir las nuevas visiones del proceso salud-enfermedad.
Cada etapa, también tuvo sus gestores vanguardistas que sin echar mano a la apostasía de sus predecesores, tomaron lo necesario de sus epígonos y cimentaron las nuevas ideas y acciones.
Durante casi 50 años, desde 1870, descollaron hombres como Emilio Coni, José María Ramos Mejía, y Félix Garzón Maceda, mas muchos otros que trabajaron en la trastienda de las políticas del sector, como María Teresa Ferrari de Gaudino, Gumersindo Sayago, José Manuel Fernández y Rodolfo Arribálzaga.
La década de 1880 marca sin duda un hito en la historia social de la salud, que fue observable desde dos ángulos, que aparentemente distintos, enfilaban hacia un mismo fin.  Tanto la " historia sociocultural de la enfermedad ", que enfocaba como sustancial los aspectos biológicos de las alteraciones de la salud, como la  
" historia de la salud pública ", que enfocaba los mismos aspectos pero desde un ángulo básicamente socio-cultural, se fundían en un último fin que no era otro que el logro de un bienestar individual y colectivo.  Esta segunda concepción, sin embargo, debió esperar para su aceptación definitiva, el fuerte reconocimiento de la
" Conferencia Sanitaria Internacional " de 1946, al dejar de lado la tradicional definición de la salud como " la simple ausencia de enfermedad " y fundar buena parte de las acciones médicas en la prevención, ya como enfoque individual o colectivo, analizando los aspectos económicos, políticos e ideológicos que insertan el saber médico en la estructura social del país.
Sin abandonar las viejas prácticas e ideas del siglo XIX, el transcurso de las décadas subsiguientes las fue acomodando, acotando o ampliando en acuerdo a los nuevos conocimientos que las ciencias y los procesos sociales, tanto urbanos como rurales, les iban incorporando con el tiempo.
Sin embargo, el proceso histórico y social que enmarca la salud pública, no puede escindirse de las historias de vida de los actores que lo corporizaron, llevando a cabo la profundización de los cambios propuestos.
Una tal vez injusta simplificación, nos obliga a referirnos a los que consideramos los prototipos del cambio en las tres etapas, y así lo iremos detallando al abordar las biografías de Emilio Coni en la primera etapa; de Ramón Carrillo y Arturo Oñativia en la segunda, y de un destacado grupo de sanitaristas que hasta la actualidad fueron definiendo las políticas del sector de la salud en las distintas instancias que les fueron ofreciendo los gobiernos de turno. Esta tercera etapa, la abordaremos en una próxima publicación.

PRIMERA ETAPA :  Emilio Coni.
                                                        Demógrafo, médico clínico y sanitarista, fue uno de los primeros en comprender e interpretar la higiene pública y social, desarrollando una inmensa carrera y obra entre los años 1874 y 1910. Falleció en 1928 a los 73 años, luego de haber superado pugnas políticas y períodos de oscurantismo, que sin embargo no enervaron su disposición a la lucha por sus ideales.
Conoció el exilio, la soledad y la pobreza, tal como luego sucediera con Carrillo y Oñativia, fruto de disputas facciosas y cambios de rumbo en las políticas del sector de la salud.
Sus artículos estadísticos, sus demografías hospitalarias y la cruda descripción de la salud en el país, llegaron a interesar a los médicos y a preocupar a los poderes de turno.  Fue un innovador en la asepsia y antisepsia, y su ingreso a la puericultura le permitió estudiar a fondo la mortalidad infantil.  Avellaneda y Roca en sus presidencias, y Alvear en su intendencia de Buenos Aires, lo requirieron asiduamente, trabajando en los mataderos, estableciendo la vacunación obligatoria contra la viruela ( decía que el número de muertos por la epidemia de tifus, era casi equivalente al número de muertes producidas por la viruela ), y organizando el 
" Servicio sanitario de la prostitución ", todas acciones enmarcadas en su aprendizaje en Bruselas, París y Roma, contando con la colaboración de eminentes higienistas como Pirovano y Ramos Mejía.
Coni fue el impulsor del " Cuerpo Médico Escolar ", a similitud del de Bruselas, y de campañas contra el alcoholismo, las enfermedades venéreas y desarrolló una activa participación en la creación y desarrollo de la " Asistencia Pública " como también en la fundación y ampliación de la estructura hospitalaria de la ciudad de Buenos Aires.
Sus sucesivas renuncias sin embargo, signaron su futuro y lo relegaron a casi un desconocimiento de su figura, no obstante lo cual no impidió que alguna de sus creaciones, como el Cuerpo Médico Escolar, fuera tomada como base para el dictado del Decreto Ley 12.558 de 1945 para la creación de la Dirección de Sanidad Escolar, que disponía la prestación de servicios médicos y odontológicos en las escuelas, hospitales, dispensarios, salas de primeros auxilios y consultorios, con el agregado de los comedores escolares, las escuelas hogares y la provisión a los más necesitados de ropa y calzado.

SEGUNDA ETAPA :  Ramón Carrillo y Arturo Oñativia.

                                   Con posterioridad a la muerte de Coni, la crisis económica que sacudió al país colocó en difícil situación a los sectores más desprotegidos de la población. Así el Estado debió ocuparse de la salud de los asalariados que habían perdido sus fuentes de ingreso y que creaban un delicado problema social.
La llegada de Perón al poder, con Carrillo en la Secretaría de Salud, y luego al frente del Ministerio del área, implicó grandes avances cimentados en las enseñanzas, acciones y publicaciones de Coni.
Carrillo puso el acento en las provincias más pobres, en las que llevó a cabo verdaderas campañas de salud y nutrición.  Construyó nuevos hospitales con la tecnología más moderna para la época e incrementó sustancialmente el número de camas disponibles en el sector público, las que elevó de 66.000 en 1946 a más de 130.000 en 1954. Muchas de las acciones por emprender fueron suspendidas como consecuencia de la política de desaceleración de las inversiones en la cartera de salud. Esta limitación obedecía al crecimiento desmesurado de la Fundación Eva Perón, quien le restó buena parte del presupuesto ministerial quitando y transfiriendo partidas como el impuesto a la explotación de los casinos y otros juegos de azar, transferido por un decreto extemporáneo.
A pesar de las aceitadas relaciones que Carrillo mantenía con los organismos internacionales de la salud, proveedores de algunos recursos, el dinamismo se perdió.  Los policlínicos planificados por Carrillo fueron construidos por la Fundación, y los centros periféricos que estaban en carpeta fueron bloqueados, y en su reemplazo se habilitaron servicios en las unidades básicas, hogares de tránsito y las ciudades infantil y estudiantil, sin los fundamentos del saber sanitarista que ostentaba Carrillo, y todo ello con un indisimulado intento de posicionamiento político de algunos funcionarios opuestos a el.
La actuación de Ramón Carrillo, y de su equipo de gobierno fue relevante hasta 1954 en que presentó su renuncia.
Ramón Carrillo es recordado en Argentina y en Latinoamérica toda, como uno de los símbolos de la activa y eficiente intervención del Estado en los asuntos sanitarios, pudiendo observarse a través de su obra que fue moldeando sus saberes políticos, económicos, sociales y culturales, echando siempre una mirada retrospectiva hacia quienes le precedieron en el área de la salud pública.
Emigró a los EE.UU en 1954, e imposibilitado luego de retornar al país como consecuencia del golpe militar de 1955, se empleó en una empresa norteamericana de explotación minera.
Su obra y su visión de la salud pública, quedó plasmada en libros y publicaciones de real valor.
Un importante número de hospitales y unidades sanitarias aún hoy vigentes, fueron el resultado de su acción, poniendo énfasis en provincias como Chaco, Córdoba, Corrientes, La Rioja, La Pampa, Neuquén y Rio Negro, sin olvidar la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires.  Hizo construir e inauguró servicios odontológicos en Zapala, Ushuaia, La Rioja, Chilecito, Aimogasta y Santo Tomé.
Toda su colosal obra la enmarcó en un incipiente planeamiento estratégico al que él llamaba " cibernología ".
Carrillo muere en 1956 en Belem do Pará, Brasil, exiliado, enfermo y pobre como Coni, aún escribiendo hasta sus últimos momentos algunos trabajos sobre antropología filosófica mientras en su país, su casa, libros y cuadros fueron saqueados, y su memoria olvidada por quienes fueron sus propios colaboradores.

La creación de la " Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología " en 1982 en Puebla, México, y la publicación de su revista QUIPU en 1984, abrieron el camino a un conocimiento más profundo y ámplio de la Salud Pública en América Latina y a una interpretación desideologizada de las biografías de los principales actores de la región.  Allí se volvían a publicar a Carrillo y Oñativia, señalando sus ideas y experiencias que ya se habían exteriorizado en 1933 con la creación del " Grupo Argentino de Historia de la Ciencia " y en 1936 en la " Sociedad de Historia de la Medicina ", tal vez unos de los primeros espacios académicos de la disciplina en el continente, a los que siguieron México en 1964 y Brasil en 1973, cuya fuerte impronta desembocó en la creación de la institución regional moderna.
Una inusitada serie de trabajos fueron publicados principalmente en las décadas de 1930-40-50 que ponían el foco en el análisis de los grandes procesos sociopolíticos, económicos y culturales relacionados con la historia de las epidemias, las enfermedades, las políticas de salud pública y los propios desarrollos conceptuales y técnicos de la higiene y de la salud pública como disciplinas y profesiones. Carrillo abarcó todo ello y mucho más, y parodiando a Bourdieu, podría decirse que como sanitarista, " fue la salud pública hecha hombre ".
Sin embargo no fue un simple autodidacta como algunos pretendieron calificarlo por su origen en la neurocirugía, ya que abrevó sus conocimientos en las fuentes de hombres como Coni, Ferrari, Sayago, Garzón Maceda y otros que lo precedieron.

Entre quienes se fueron formando junto y a posteriori de la desaparición de Carrillo, con la fuerte impronta que imprimió en sus ideales su proveniencia de un medio pobre y alejado como su Salta de los años 20, Arturo Oñativia construyó una personalidad que rápidamente lo destacó como uno de los propulsores de la salud pública de su tiempo.
Oñativia nacía casi al unísono con la aprobación de la ley Saenz Peña, que establecía el voto secreto y obligatorio, y dos años antes de la asunción del primer presidente electo bajo dicha norma, Hipólito Yrigoyen.
En su juventud, comenzó su militancia en el partido político de dicho líder, la Unión Cívica Radical, que no abandonaría jamás, sumando así a su multifacética personalidad como médico, docente e investigador, la de político.
Con sus estudios secundarios cursados en su provincia natal, Oñativia se recibe de médico en la UBA comenzando una tarea asistencial en los hospitales Alvear y Rivadavia, en los que demostró un especial interés en la docencia e investigación, adquiriendo al mismo tiempo una profunda formación humanística.
Luego de 15 años de trabajo en Buenos Aires, regresa a Salta donde su especial dedicación se volcó al estudio del bocio endémico que afectaba al 41 % de la población, que veía comprometido de manera dramática su desarrollo intelectual.
Se crea así bajo su impulso el Instituto del Bocio. A través de la tarea desarrollada por dicha institución, se erradica el cretinismo con el concurso de la ley 17.259 que estableció la obligatoriedad del uso de la sal yodada como medida profiláctica.
En 1963 Oñativia es nombrado por el presidente Illia en el cargo de Ministro de Salud Pública de la Nación, cargo que le permitió desarrollar una amplia obra a través de la ley de " Reforma del Sistema Hospitalario Nacional " y de los " Hospitales de Comunidad ", creando además el " Servicio Nacional de Agua Potable " con una especial predilección hacia las comunidades rurales.
En 1966 promueve la aprobación de las leyes 16.462 y 16.463 que tendían a regular un bien tan preciado para la salud como son los medicamentos, a los que consideraba un bien social.
Como era lógico de suponer, los intereses económicos que tocaba ésta legislación no esperaron demasiado para reaccionar, y según se presume, fueron los desencadenantes del golpe de estado que derrocó al gobierno de Illia. Dicho líder político, nunca dejó de reconocer el trabajo desarrollado por su gabinete, expresando siempre su especial aprecio a Oñativia, quien regresó pobre,
calumniado y perseguido a su provincia para hacerse cargo del Instituto del Bocio y de la alta tasa de mortalidad infantil del Noroeste Argentino.
Cesanteado de su querido instituto, con el apoyo de la O.P.S logra emprender algunos proyectos que culminaron en la creación del Instituto de Investigación en Enfermedades Nutricionales, la Carrera de Licenciatura en Nutrición y la de Enfermería Universitaria.
Continuó desarrollando la docencia, y presidió la Comisión de Factibilidad de la Universidad de Salta.
Numerosos premios y menciones recibió Oñativia, sin descuidar su actividad política que lo llevó a la candidatura a la gobernación de su provincia en 1983, cuando lo sorprende la muerte a los 69 años.

Un sino de desgracias y desolación, fue la herencia que la preocupación por la salud de sus semejantes, se les impuso a los principales referentes de la salud pública, a quienes hemos dedicado ésta publicación.
Por suerte, quienes los continuaron en su tarea ( nos referiremos a ellos en una próxima publicación ), encontraron un camino menos refractario a sus ideales; muchos de ellos pudieron concretar sus proyectos y otros, que no tuvieron la misma suerte, no sufrieron la desdicha de recibir la espalda por parte de muchos de sus propios colegas,  y pudieron obtener algún reconocimiento que los redimió de sus pesares.
La creación de la Escuela de Salud Pública de la UBA en la década del sesenta, y la de Córdoba en los setenta, permitieron la confraternización de quienes, aún proviniendo de diferentes corrientes políticas, pudieron amalgamar ideales y hasta compartir responsabilidades públicas. En 1966, Abraam Sonis le imprimió a la primera de esas escuelas, un envión significativo para su despegue y consolidación, permitiendo de ésta manera la aparición en el escenario de la salud pública, de especialistas con una formación disciplinaria envidiable, que luego desparramaron por todo el país, sus saberes tan caros al bienestar de la población.
La historia de la salud pública en Argentina, como la de otras disciplinas sociales, estuvo jalonada de claros y oscuros, no obstante siguen en pié muchos de sus apotegmas, y el futuro les deparará a quienes fueron sus mentores, el reconocimiento que en vida no pudieron lograr.

                                                       CONTINUARÁ

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