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viernes, 27 de mayo de 2011

EVALUACION Y ACREDITACION DE FACULTADES DE ODONTOLOGIA

Cuando una institución o un programa tengan que someterse a un proceso de evaluación para ser luego acreditados, deben poseer un acabado conocimiento previo de las pautas y objetivos que el evaluador tomará en consideración cómo instrumentos de medición o comparación.
Ningún educando, debe desconocer lo que se desea obtener de él al final del proceso de enseñanza-aprendizaje para saber si alcanzó los objetivos previstos en el mismo; y la evaluación no será otra cosa que demostrarlo.                                              
Por supuesto, que el punto crucial de éste mecanismo lo constituye la fijación de los objetivos y estándares de calidad, y en relación con la evaluación de instituciones educativas, habrá primero que definir que es la "calidad".
En cuanto a los estándares, habrá que preguntarse quien los fija, que significado tienen, o en torno a que conocimiento cientifico o a que formación profesional se lo establece. En éste aspecto, no caben dudas que la definición de un estándar, presupone un modelo de universidad, y la evaluación debe entonces articularse en un proyecto mas abarcador.
La mayoría de los sistemas de evaluación diseñados hasta la fecha, todavía no han logrado totalmente los propósitos establecidos por parte de sus propulsores, particularmente con respecto a los resultados comúnmente deseados de mejoramiento y confianza pública. Los sistemas permanentes de autoevaluación son los que concitan la mayor atención de las instituciones educativas, y en las facultades de odontología sean tal vez los que ofrecen mayores garantías para propiciar un constante avance en los patrones de calidad educativa.                                                           
Esta evaluación permanente o periódica permite obtener información sobre los efectos de la evaluación anterior, lo que se traduce en una atención permanente para mantener los centros universitarios en un nivel de calidad concordante con los ideales de excelencia que se trazaron previamente las propias instituciones.                 
La evaluación en una facultad de odontología, excede el marco de una simple estimación, apreciación o valoración del comportamiento de una institución educativa.                                     
Si se tiene en cuenta que las facultades o escuelas de odontología, responden en general a las cualidades que caracterizan a los centros de tecnología educacional en salud, tanto como formadores de recursos humanos, expansores del conocimiento científico y productores de servicios de salud; y que en tal situación, desarrollan planes y tecnología educativa, producen investigación básica, clínica, socioepidemiológica, operativa y educativa, y promueven y desarrollan la prestación de servicios asistenciales a la comunidad, la evaluación de todas éstas acciones conlleva una tarea compleja que primariamente debe caracterizar y merituar cada actividad por separado, pero finalmente debe integrar el conjunto para permitir fijar el perfil de la institución.
Si bien existen y han sido probados numerosos procedimientos evaluativos, los modelos a aplicar no pueden responder solo a esquemas rigurosos predeterminados, que impidan la especulación y la discusión en el seno de cada institución.
Por ello, a la luz de que los mecanismos evaluativos, se hallan indisolúblemente ligados a la fijación de los objetivos institucionales, en última instancia, evaluar significa verificar el logro de los avances y cambios en el desempeño institucional que fueran previstos al enunciar los objetivos perseguidos.                                                            
De allí, que la tarea educativa, debe llevarse a cabo sobre la base de los objetivos y fines que se asigna cada institución, en el marco de los criterios sustentados por la generalidad de las demás instituciones similares, teniendo como contexto global, la política gubernamental establecida para el sector a través de un amplio consenso con participación multisectotrial.                                   
De ésta manera, cada institución puede y debe llevar a cabo su propia autoevaluación, como paso previo e insustituible a la evaluación externa.        
Ninguna evaluación debe ser impuesta unilateralmente, mucho menos a través de mecanismos desconocidos por la institución evaluada, y menos aún por fuera de un adecuado marco jurídico que avente el temor a la arbitrariedad.                                                      
La evaluación así entendida, representa un instrumento de ajuste relativo al cumplimiento de las metas autopropuestas y de la exigencia social, constituyendo un mecanismo que compensa y balancea con responsabilidad y transparencia, la delegación de funciones y la autonomía que la comunidad le confiere a la universidad.              


Continuará.

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