LOS POSIBLES EFECTOS
ADVERSOS DEL FLUOR
La situación actual sobre la probable toxicidad del fluor adicionado al agua de bebida, ha desatado una amplia discusión.
Si bien se conocen desde hace mucho tiempo los efectos tóxicos crónicos por la ingesta de altas dosis de fluor, tales como la fluorosis osea o dental; o aquellos provenientes de la intoxicación industrial o accidental con dosis que no son las habituales en la fluoración de las aguas, en este último siglo han surgido algunos movimientos de expertos y científicos que nó solo apuntan al consumo desmedido durante largos lapsos, sino que ponen el acento en dosis bajas que no aparentan provocar transtornos importantes, y que por dicha razón, no han sido objeto de análisis estadísticos de morbilidad.
El 2 de Septiembre de 2003, a través de un petitorio internacional llevado a cabo simultáneamente en 14 ciudades ( Córdoba de Argentina incluida ), y respaldado por 300 científicos y especialistas de 38 paises, la mayor parte miembros de organizaciones ecologistas, se solicitaba una revisión del agregado de fluor al agua potable. Entre los firmantes, figuran Arvid Carlsson, premio Nobel de medicina 2000, un ex ministro de salud de Australia y otras personalidades de notoriedad mundial. El documento, firmado en nuestro país por Raul Montenegro, director al momento de la maestría en gestión ambiental de la Universidad Nacional de San Luis, hace referencia a los "riesgos asociados a la fluoración de las aguas, lo que no justifica su uso". Al mismo tiempo, Hardy Limeback, ex presidente de la Asociación Canadiense de Investigación Dental, y actual jefe de prevención dental de la Universidad de Toronto, manifiesta que "existe un amplio consenso en que los beneficios de la fluoración son muy pequeños"(?).
Montenegro indicó que"en muchos casos, el fluor que se agrega al agua de bebida es el hexafluorosilicico, generalmente obtenido de los residuos de la fabricación de fertilizantes, que está usualmente contaminado con arsénico, otros metales, e incluso materiales radiactivos".
Es cierto que en éstos momentos, solo practican la fluoración del agua en algo mas del 50% de su población los EE.UU, Australia, Nueva Zelanda, Irlanda, Colombia y Singapur. En Basilea (Suiza), se dejó de practicar después de cuatro décadas de aplicación ininterrumpida. Distintos estudios han podido demostrar que el fluor, en cantidades no demasiado importantes, se acumula en la glándula pineal, facilita el ingreso de aluminio al cerebro de las ratas, puede incrementar el contenido de plomo en la sangre de los niños, puede disminuir el coeficiente intelectual infantil, aumentar el riesgo de fracturas oseas y en general afectar las proteinas G, descontrolando importantes procesos vitales.
Creo que la profesión odontológica, se halla ante una encrucijada histórica que obliga a contrastar los beneficios de la utilización de la fluoración de las aguas (sustentada en pruebas irrefutables sobre la epidemiología de la caries dental), con las posibilidades de que, por razones biológicas o técnicas, se descontrole la dosificación o se demuestre que aún, en dosis aceptables, se desencadenen efectos adversos con peligro para la salud de la población.
Los movimientos anti-fluoración, se están posicionando y avanzando en sus reclamos. Algunos, solo piden se realicen estudios e investigaciones a través de organismos científicos irreprochables; otros solicitan lisa y llanamente la supresión de los proyectos en ejecución. En paises como Perú o Chile, donde la fluoración ya es un hecho, los reclamos han cobrado fuerza en éstos últimos tiempos.
Algunos politizan el tema. En ciertas publicaciones se pone el acento en una especie de conspiración de los capitales y de la industria, encaminada al lucro desmedido con inobservancia de las normas científicas y éticas. Otros, hacen mención a los posibles efectos nocivos de una medida universal para poblaciones desiguales. Basta con mencionar la prohibición solicitada en Chile por un parlamentario, tal como lo publica el 27/3/2012 el Diario Humanidad Libre.
Toda medida que tienda a la preservación de la salud, total o parcialmente de un individuo o de una población, debe responder a una serie de cuestionamientos que contrasten los beneficios con los posibles efectos adversos. Esto apunta a que, por el solo hecho de obtener un resultado positivo en la prevención o en el control de una enfermedad, deban desdeñarse los controles sobre un posible daño sobreagregado aunque fuera escaso. Todos sabemos que muchos fármacos empleados durante largo tiempo con excelentes resultados (aspirina, penicilina etc.), tambien produjeron daños y muertes con su aplicación. La salud pública debe atender y evitar éstas posibilidades, y evaluar finálmente, en cuanto beneficia una medida y cual es el costo en efectos adversos que debe pagarse por su utilización, y mucho mas si los efectos benéficos no apuntan a cuestiones vitales.
La Bioética sin duda, establece limitaciones en dicho sentido. Hoy en dia, existe una sensibilidad distinta, propia del ambiente, de las condiciones históricas y de los hábitos con que convivimos, para abordar los hechos con nuevos puntos de vista. Los cambios sociales y los progresos de la ciencia, nos han colocado ante encrucijadas que en otros tiempos ni se avizoraban. La salud, ya no solo como hecho social, tambien se ha transformado en un bien jurídico, y como tal, debe ser tutelado por el Estado y por cada uno de los miembros de la comunidad. Las prioridades en salud, no pasan solo por prevenir o curar, si estas acciones a su vez no garantizan el respeto de los valores, pricipios, normas y fundamentos científicos que guian el comportamiento del profesional y del funcionario. Las decisiones no obedecen a meros caprichos o especulaciones, y si bien no siempre se dispone de todas las respuestas, el avance debe darse a partir del diálogo transdisciplinario e interideológico que no se aparte de la simple observación de los hechos.
La sacralización del conocimiento, no se debe imponer como norma, menos aún cuando está en juego la libertad, los principios y la propia vida. Decía el gran José Ingenieros : " La moral no debe nunca subordinarse a un dogma ".
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