La conservación de la salud bucal en los adultos mayores, como consecuencia de una mayor demanda de atención odontológica y de una generalización de las prácticas de higiene en dicha franja etária, es un fenómeno que se observa claramente en la actualidad.
Si a ello le sumamos el incremento de la expectativa de vida y un cambio apreciable en la pirámide poblacional, la necesidad de acudir con presteza y con la cantidad de recursos humanos adecuados para satisfacer dicha demanda, se transforma en un verdadero desafío.
La promoción de la salud bucal por parte de las tecnologías de la información y comunicación, y las campañas llevadas a cabo por parte de los organismos públicos de la salud, muestra resultados halagueños en la disminución de las pérdidas dentarias en los adultos mayores, lo que ha determinado que, para poder abastecer de servicios dentales a dichas personas no solo se requiera de más odontólogos, sino de más profesionales formados para la prevención y atención en consonancia con los riesgos que se asocian, si se tiene en cuenta que además dichos pacientes sufren de enfermedades generales como la diabetes, afecciones cardíacas y pulmonares, y otras que aparecen como consecuencia del avance de la edad.
Esta formación profesional que se requiere, ha llevado al desarrollo de una nueva especialidad, la odontogeriatría o gerodontología, que capacita para dar solución a los problemas bucales en el contexto de la salud general.
El envejecimiento de la población, por todo lo ya mencionado, es una realidad palpable. Este nuevo fenómeno, producto de las últimas décadas del siglo pasado, constituye un verdadero reto que hay que enfrentar. En el mundo del 2010, sobre una población de 7.000 millones de almas, hay 540 millones con más de 65 años



El cambio también ha incidido en la consideración social del viejo, que antiguamente contaba con el respeto de la comunidad y el reconocimiento de su prestigio y experiencia, pero luego, ante el endiosamiento de la juventud por parte de las estructuras políticas siempre proclives a la cooptación de sectores manipuleables, se concluyó ridiculizando a los mayores y aplicándoles un trato duro y a veces despreciativo hasta por parte de sus propios hijos.
La pérdida relativa de sus condiciones intelectuales, y la exteriorización de cambios físicos en su morfología y su movilización, fue la posible causa de dicho maltrato, pero la ciencia y la técnica se encargaron en las últimas décadas de ir haciendo desvanecer las consignas degradantes, pues ya no se habla del envejecimiento como un producto individual, sino mas bien social, y su abordaje se hace, más que como una actividad médico-científica, como un esfuerzo más integrador y más profundo de toda la colectividad.
La aparición en el último medio siglo de verdaderos ejemplos de inteligencia, probidad, gestión y aptitud física de personas mayores, hecho que generó una explosión de líderes políticos, científicos, sociales, intelectuales, artísticos y deportivos, dio por tierra con los preconceptos vigentes en amplios sectores de la sociedad, y en ello, las ciencias sociales y de la salud han tenido una participación indiscutida.
Las enfermedades de la vejez han sido encaradas y se han dado soluciones impensadas antiguamente. La decrepitud en su grosera expresión física ha sido casi derrotada en gran parte de la población adulta y mayor, y las opciones estéticas y funcionales, han impreso no solo un fuerte impacto a nivel individual, sino que han contribuido a proveerle al anciano una autoestima y una posición social hasta no hace mucho desconocida.

representada fundamentalmente por su expresión adusta, fruncida y generalmente desdentada, ha sido trocada por obra de las prácticas estéticas y cosméticas faciales, y por la conservación o eventual reemplazo exitoso de sus piezas dentarias con tecnología moderna, y le han devuelto a nuestros padres y abuelos la confianza y la esbeltez solo concebida en los jóvenes.
En las últimas décadas, la odontogeriatria ha dado pasos agigantados para torcer el destino de nuestros pacientes de la tercera edad, aunque no debe desagregarse de los otros componentes biológicos, psicológicos, sociológicos, filosóficos, económicos y políticos que intervienen en el abordaje de la situación totalizante de la vida del anciano.

El campo de estudio de la odontogeriatría, no habrá de agotarse entonces en un manejo adecuado de las medidas preventivas, en restaurar la función perdida o en la rehabilitación estética dental. Una comprensión más amplia de la salud de los mayores, interactuando con otras disciplinas odontológicas y médicas, y un fuerte sustento sociológico y filosófico que ayuden a un abarcamiento total e interdisciplinario del adulto mayor serán requeridos al especialista. Paralelamente, habrá de accederse a un nivel prestacional y metodológico específico asociado a un marco teórico que también aliente la investigación y la participación en equipos multi y transdisciplinarios.
Continuará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario