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miércoles, 15 de febrero de 2017

¿ ES EL FUTURO UNA PESADA CARGA PARA LAS JÖVENES GENERACIONES DE ODONTOLOGOS ?


REFLEXIONES QUE SURGEN A LA LUZ DE LA MIRADA
ESCÉPTICA QUE DOMINÓ EN LAS DELIBERACIONES DEL
" FORO ECONÓMICO MUNDIAL" DE DAVOS 2017.


En la reciente reunión del Foro Económico Mundial (FEM) reunido en Davos, Suiza, ha surgido una constante preocupación en todos los debates, caracterizada por una mirada sesgada sintetizada en la siguiente frase : " el futuro se está convirtiendo en una carga para los jóvenes ".  Esta frase, es la base de toda una serie de discusiones y propuestas, y resulta aleccionador, pero también deprimente, analizar dichas expresiones que emanan de tán importante organismo, fundación sin fines de lucro que convoca anualmente a los principales referentes empresariales, líderes políticos internacionales, periodistas e intelectuales, que se reúnen para analizar los problemas más apremiantes que afronta el mundo, que funciona desde 1971, cuyas recomendaciones influyen en las políticas de los estados, y que en el presente año puso el acento en los regímenes de protección social.
A los efectos de poder interpretar los alcances de los documentos emitidos, no está demás situarnos en la realidad sociocultural de nuestro país.
El sistema previsional argentino, es un mozaico de prestaciones otorgadas por organismos nacionales, provinciales, descentralizados y paraestatales, y a lo largo de los años no ha podido establecer una base sólida de reservas debido a la intervención fallida del estado que se apropia de los fondos, que debieran permanecer intocables para no otros fines que el sustento de los propios regímenes jubilatorios, pero también bajo influencia de factores de órden demográfico que no han podido sortear los cambios, tales como la extención de la esperanza de vida, el aplanamiento de la meseta poblacional, el creciente desempleo y otros factores de órden socioeconómico que han impactado en el financiamiento de las prestaciones establecidas por ley.
En Argentina, algunas provincias constitucionálmente autorizadas, han dictado leyes especiales que ponen en manos de distintas profesiones universitarias la facultad de organizar sus propios regímenes jubilatorios, intentando guardar las diferencias que surgen de la esencia misma de cada actividad, en donde la posición social y el nivel cultural juegan como elementos de diversificación, pero sustentados en los mismos principios que condicionan a los demás regímenes descartando la selectividad y el privilegio.
Entre dichos organismos se cuenta la ley 8119 de 1973 de la Provincia de Buenos Aires que crea la "Caja de Seguridad Social para Odontologos" de la citada provincia, con idéntica naturaleza a las cajas de otras profesiones ya funcionantes en la jurisdicción y de la propia profesión en provincias como Santa Fé y Córdoba.
La naturaleza social de todos los regímenes, es que el ciudadano que ha desarrollado una actividad durante un lapso previsto, y ha realizado los aportes pertinentes, adquiere el derecho a una merecida retribución a sus esfuerzos y sacrificios realizados a lo largo de su vida laboral.
Pero lo que suele suceder, como consecuencia de múltiples factores, es que dicho concepto se desnaturaliza convirtiendo dicha etapa de la vida en un cúmulo de privaciones económicas y marginación social.
Esta situación se asienta en que, ante la necesidad de resguardar el patrimonio de los sistemas de seguridad social y de impedir su quiebra o sus déficits financieros ante una demanda impensada de prestaciones, ha determinado que quienes administran los mismos, o quienes en última instancia deben interpretar la ley y aplicar sus alcances, obren con tán excesivo temor que terminan victimizando a quienes debieran proteger, con el consiguiente desprestigio no solo del sistema, sino de la filosofia misma que lo sustenta. 
Las bases de soporte de los regímenes de seguridad social, descansan en una financiación empírica y en acuerdo a la coyuntura existente en cada época. Siempre se ha pensado que los sistemas de capitalización son los únicos que pueden ser manejados a través de registros actuariales que por mucho tiempo fueron considerados irreemplazables.  Sin embargo, los largos períodos de espera para la constitución del capital, la inestabilidad de la moneda que sufre depreciaciones periódicas y la inmutabilidad reglamentaria en un tema tán dinámico como lo es la seguridad social, ha llevado prácticamente a su descarte por parte de los sistemas, optando por regímenes de repartición, lo que torna inútiles los cálculos actuariales.
Esta situación, determina que el sustento de las prestaciones sea el aporte de los trabajadores en actividad, y que la variación de una prestación jubilatoria pueda mejorarse solo con un aumento del aporte de los afiliados activos, o a largo plazo con un incremento de la edad jubilatoria que permita ampliar el colchón de sustentabilidad económica.
Para tener una idea de como juega éste último factor, basta pensar que el monto global jubilatorio de un grupo de 70 años, transferido a un grupo etario 10 años menor, puede llegar a costar el doble a los afiliados aportantes.
Todo lo hasta aqui descripto, vale para enfocar un tema tan sensible desde el punto de vista social con criterios que traten de contemplar las acechanzas de los dos actores del sistema previsional, los pasivos y los aportantes, teniendo en ambos casos una clara visión de lo que significa el futuro para unos y otros, sin desconocer que solo entre los años 1950 y 2000, mientras la humanidad se duplicaba, la ancianidad se ha triplicado.
Resulta auspicioso que el FEM ponga el acento en el futuro en un momento en que lo más acuciante para los jóvenes es enfrentarse a los dilemas del presente.  " El futuro no es un bien que se hereda, sino una carga de responsabilidades que se salda con el tiempo ". Las actuales generaciones activas, es probable que terminen peor que sus padres si lo que se pretende es atenuar sus compromisos actuales, y cuando no se asumen dichos compromisos, se rompe el contrato social. El FEM abordó descarnádamente el impacto de los cuantiosos recursos que insume cada vez más la seguridad social, y al mismo tiempo concluyó que "si el gasto en jubilaciones y pensiones no contributivas es tán grande que no permite desplegar recursos para educación, salud y obras públicas, la pobreza general será el resultado previsible, y la calidad de vida y el bienestar general serán solo un espejismo.
Por ello el futuro debe ser considerado como un bien público, y ser atendido y custodiado por quienes viven el presente, y la misión de los líderes responsables consiste en convencer a los remisos, pero tambien facilitar la creación de bienes comunes que alivien los esfuerzos y alienten a los jóvenes a comprometerse con principios tan caros como la solidaridad, sostenibilidad y resiliencia, que permitan prosperar a pesar de las adversidades.
Los jóvenes deben comprometerse a través de un espíritu colaborativo. Los reclamos del presente, ante imposiciones sociales que puedan parecer injustas o por lo menos onerosas para hacerse cargo de sus mayores, no harán más que oscurecer su propio futuro y crear nuevas resistencias en las generaciones que los sucedan 
( Quien ayuda al otro, se ayuda a sí mismo ) dice la biblia. Al mismo tiempo, no hay que perder de vista que dichos esfuerzos pueden esfumarse en manos de dirigentes incapaces o corruptos que los esterilicen.
No caben dudas que la sostenibilidad de nuestros sistemas de seguridad social resultará clave en el mantenimiento de la equidad intergeneracional, y el cortoplacismo debe dar paso a un futuro previsible que considere una inversión y no un gasto todos los esfuerzos para obtener tambien un futuro sostenible.
No obstante, creer que obtener jubilaciones y pensiones dignas solo es un problema de suma-resta, es no comprender los avatares por los que atraviesa el mundo.
La extensión de la expectativa de vida  más allá de los 15 años que siempre fueron tenidos como límite de vida luego de la jubilación, y pretender sustentar el exceso en generaciones de jóvenes, que enfrentan altos porcentajes de subempleo con capacidades acotadas de contribución, resulta una utopía, y más aún cuando la pirámide poblacional se aplana paulatínamente.
Hay un ejemplo paradigmático en un país como Alemania, que es considerado tal vez el primer promotor de la legislación sobre seguridad social.  Ya Goethe, en su célebre Fausto, abordó con maestría el problema de la vejez desamparada a fines del siglo XVIII, y Bismarck, un siglo más tarde impone el retiro a los 70 años de edad. Modificaciones posteriores fueron disminuyendo la edad jubilatoria hasta llevarla a los 63 años en la década de los 2000. La situación de desfinanciamiento del sistema, determinó que en la actualidad se trate de elevarla nuevamente a los 69 años, con 45 años de aporte.
También es cierto, que no todos los profesionales (tal nuestro caso), poséen la misma capacidad de aporte. La movilidad social es el resultado de múltiples tipos de circunstancias, y los individuos más calificados y mejor retribuidos no debieran esquivar su compromiso en sustentar una sociedad más justa y saludable.
Los riesgos futuros de las hoy jóvenes generaciones, quedan siempre a merced de las decisiones que ellos mismos asumen. El futuro se moldea no solo con intenciones, sino con claras acciones de compromiso.
Según el FEM, " la resiliencia, la sostenibilidad y la solidaridad, deben ser los principios rectores de la gestión hacia el futuro, la que debe gobernar con anticipación y con una fuerte mirada sobre la equidad intergeneracional ". " El futuro no alumbrará por casualidad. Debe ser cultivado como un bien público y decidido por cada una de las jóvenes generaciones ".
Al respecto quiero volver sobre dos expresiones que me han marcado, y a las que he echado mano en diversas circunstancias y en mis publicaciones.  La primera pertenece al maestro Osvaldo Fustinoni, quien hace más de 40 años nos manifestaba : " Hay que meditar si la seguridad social a través del régimen jubilatorio, brinda al ciudadano un beneficio o le inflige una sanción ".
Javier Hunicken, al mismo tiempo expresaba que " los ancianos, los jubilados y los pensionados no configuran un factor de poder que pueda convulsionar a las masas, tensionar los nervios de los políticos o paralizar la actividad económica. Pero para quien posea algo de sensibilidad social, más acusador que un puño fuerte y jóven que se levanta, es el mutismo de un rostro arrugado que gime por impotencia ".
LAS JÓVENES GENERACIONES, DEBEN TENER PRESENTE QUE SINÓ ASUMEN DECIDIDAMENTE EL PROBLEMA, PUEDE QUE EN ALGUNOS AÑOS ESE ROSTRO SEA EL SUYO.


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