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sábado, 22 de octubre de 2016

¿ ERROR O DECISIÓN CONSCIENTE EN LA ELECCIÓN DE UN TRATAMIENTO BUCODENTAL ?


La " ley del menor esfuerzo " afirma que "si hay varias maneras de alcanzar resultados parecidos, la gente gravitará sobre el curso de acción que demande menor esfuerzo".
Sin embargo, una serie de imponderables influye también en la elección de las alternativas a un tratamiento. La idoneidad del profesional, el contexto, la presión del paciente y su familia, los costos y las evidencias disponibles, pueden obrar sobre la decisión de encarar determinadas acciones de salud. 
Una de las situaciones que ocurren con mayor asiduidad, es el error en la elección de determinados medicamentos, que en la práctica odontologica se centra fundamentalmente en la prescripción de antibióticos. En algunos estudios llevados a cabo para monitorear dicho error, se concluyó que casi en un 50 % de casos la droga de elección no fué la adecuada, o la dosis y vía de administración no fueron las recomendables, siendo que dichos errores de acuerdo a los investigadores de la Universidad de Harvard, eran prevenibles.
En muchos casos, el error obedece a razones cambiantes, principálmente cuando se requieren  decisiones rápidas y de acción inmediata, como cuando se prescriben analgésicos, antiinflamatorios y antibióticos.
Si bien éstos errores pueden no involucrar la muerte de los pacientes, son sin embargo significativos en cuanto al incremento del tiempo de recuperación, y en algunos cenáculos, se los compara con los cometidos por técnicos especializados o deportistas profesionales en el ejercicio de su labor, pero cuando la salud y la vida están en juego, la responsabilidad  es sin duda mucho mayor.
Resulta muy importante como causal de éste tipo de errores, el tiempo que se dispone para el análisis de la situación y el consecuente arribo a un diagnóstico correcto.  Decía Loudet que "el error clínico involucra el error terapéutico", de lo que podemos inferir que la prescripción de un medicamento o la indicación de un procedimiento terapéutico, se encuentran definitivamente ligados al acierto en el diagnóstico.
También se considera como una razón de peso en los errores médicos, el menor tiempo empleado en el estudio del caso y la acotada preocupación en la terapia aplicada cuando la retribución es poco significativa.  Un estudio de la Rand Corporation en los EE.UU, demostró que en pacientes privados con pago directo, la incidencia de errores no disminuyó apreciáblemente con relación a la atención pública o con pago diferido; de la misma manera que en el Reino Unido, la Safer Patient Iniciative, demostró que "no tuvo efectos adicionales discernibles sobre la seguridad del paciente el hecho de haber sido atendidos en los hospitales públicos o en el sector privado".
Muchos investigadores, concluyeron que los errores suceden por el hecho de estar actuando sobre un organismo viviente, complejo en su estructura, e imprevisible (en muchos casos) en su forma de comportarse ante el tratamiento, y que al mismo tiempo responde en su ocurrencia, a las clásicas curvas de error  o respuesta aplicables a otras actividades.
La mayoría de los estudios sobre la calidad de la atención en las profesiones de la salud, se encuentran influenciadas y a veces viciadas, ya por falta de mecanismos certeros de auditoría, como por la previsible negación u ocultamiento deliberado de las situaciones de error.
Otra situación que también debe analizarse, es el tratamiento individual llevado a cabo por un solo profesional, o el abordaje en equipo que permite deliberar y discutir las alternativas de la terapia a emplear, y adoptar luego una decisión consensuada.  También la llamada "medicina basada en la evidencia" ha abierto una nueva vía de estudio e información que centra la decisión de un profesional o de un equipo, en estudios de probabilidad basados en resultados obtenidos y analizados en muestras significativas de pacientes, y no en decisiones basadas en eventos únicos a quienes se les otorga una desmedida confianza y se los acepta de forma complaciente.
Creo que en las profesiones de la salud, solo una formación rígida y eficiente de los profesionales puede aminorar consideráblemente los errores en la prescipción de los tratamientos, y fundamentalmente en la consideración sobre lo que se entiende por error.
Hemos visto en foros y congresos, y se nos han presentado en la clínica situaciones verdaderamente paradojales, en las que con los mismos argumentos con los que se defiende la permanencia de las piezas dentarias, mientras existan tratamientos disponibles para su conservación, se adoptan decisiones para su eliminación y su reemplazo por las prótesis convencionales o los implantes, decisiones que en muchas oportunidades son consensuadas y aceptadas por los propios pacientes.
Si la odontología es una parte de las ciencias de la salud, que fué creada tanto para el tratamiento de la enfermedad bucodental como para crear las condiciones para que la gente no se enferme, es lógico presumir que el odontologo sea el primer guardián de la odontología conservadora, y que solo deba recurrir a los procedimientos extremos como la extracción dentaria, cuando ya no existen otras posibilidades.
¿Es verdaderamente un error médico desdentar a un paciente, aún con su consentimiento, para instalar una rehabilitación implanto-protética, no tan sencilla y previsible en sus resultados como se pretende mostrar?. ¿Sucede lo mismo en otras especialidades médicas?.
No pretendo crear una controversia al respecto, pero estimo que ya desde la enseñanza de pregrado, se debe imbuir al futuro odontologo de una mística sobre su verdadera función en la conservación de la salud dental de la población, y fijar los límites, no siempre lineales, entre el empleo de la terapéutica conservadora y la eliminación de las piezas dentarias con su eventual reemplazo y rehabilitación.
Como vemos, error no es sinónimo de mala praxis. El profesional dispone del conocimiento suficiente para encarar su trabajo y tomar decisiones que pueden afectar la salud de sus pacientes. Dichas decisiones pueden depender de factores no siempre relacionados con la biología, como la situación socioeconómica de los mismos
(lo que no debiera ocurrir en un sistema sanitario equitativo), y también con situaciones de orden laboral, de salud global, de ubicación geográfica y de disponibilidad de personal especializado (que pudiera solucionarse con una distribución racional planificada de los recursos humanos en un verdadero sistema de salud).
El error médico por tanto, no debe ser tratado como una adjetivación peyorativa en desmedro del profesional, pero la universidad, las instituciones profesionales y los propios odontologos y médicos, deben ser los primeros en fijar los límites que no deben excederse, aclarar las dudas, y encauzar la atención de la salud con fundamentos científicos que no enfrenten como contrapuestos los criterios de "tradición" e "innovación", ya que ambos se complementan para brindar la mejor atención posible.
Las opiniones de los odontologos no son el producto de una ecuación, sino decisiones tomadas a partir de las pruebas e investigaciones científicas, siempre probabilísticas y provisionales, y de las circunstancias y preferencias de cada paciente.
Todas las intervenciones tienen sus riesgos, y las cosas pueden salir bien o mal por muchos factores, pero no siempre es posible hablar de equivocaciones, y mucho menos categorizarlas y medirlas.
El estudio de los errores ayuda a mejorar la atención de nuestros pacientes, pero ahondar en sus alcances y consecuencias no debería hacernos perder de vista lo azaroso de la vida y de nuestro ejercicio profesional.

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