Si debiéramos aceptar como válido, un encuadramiento social de las causales del burn out (agotamiento) en el ejercicio de la práctica odontológica, la simplificación nos llevaría a un esquema basado en el siguiente gráfico :
Dice Daniel Lopez Rosetti que, "el burn out es una alteración emocional en la que el profesional se siente sobrecargado de tareas que le impiden seguir prestando un adecuado servicio. Como consecuencia asume conductas deshumanizadas, automáticas, estereotipadas y disociadas".
El agotamiento también implica pérdida de productividad, ausentismo, omisiones clínicas, comisión de errores y todo ello con el consiguiente incremento en los costos del sistema.
La presión sobre el trabajo de los profesionales no es simplemente una imposición directa de las autoridades o de los organismos contratantes de servicios. La incorporación de las tecnologías de la comunicación e información a través de registros electrónicos para el desarrollo de algunas actividades y el cobro de las prestaciones, las exigencias de los enfermos, los bajos salarios y los aranceles sociales deprimidos, obran como acicate para el multiempleo, el acortamiento de los tiempos de atención individual, y la presión por la manifiesta incomprensión de los propios pacientes que imputan a los profesionales de la salud una falta de disposición a adaptarse a los mecanismos de reducción de costos y mejora de la calidad de la atención.
La relación de confianza mútua que siempre caracterizó a la dupla profesional-paciente se ha deteriorado, y se ha transformado en muchos casos en una creciente tensión en la medida que la población, mal informada, hace responsables a los profesionales de la salud de situaciones que escapan a sus posibilidades de solución.
Esta tensión se traduce en una clara desilución y en un decaimiento vocacional al romperse el esquema entre lo que los profesionales son capaces de proporcionar, lo que les exigen sus empleadores y lo que realmente pueden aportar a ésta crítica situación, que desemboca definitívamente en el malestar y el agotamiento.
Mejorar la salud de la población y estrechar vínculos con los enfermos, se contrapone en esencia con las magras retribuciones de los profesionales y la disminución de los costos operativos. Si los proveedores de servicios no están economicamente satisfechos, la mejora de la calidad resulta una utopía, y las consecuencias del burnout afectan tanto a quien lo experimenta como a todo el sistema de salud, ya que ante dicho padecimiento, los errores de diagnóstico, las fallas técnicas y la falta de involucramiento resultan apreciables.
Un significativo incremento de los síntomas correspondientes al agotamiento profesional (burnout), se ha producido en los EE.UU de NA en los profesionales de la salud entre 2014 y 2015.
Nuestro país no posée estadísticas oficiales al respecto, pero si nos guiamos por los numerosos trabajos publicados en la prensa médica, pareciera que la situación se repite tanto en la esfera pública como la privada.
La Asociación Dental Americana (ADA) hizo público un informe de la Universidad de Temple que concluye que la tasa de suicidios de odontólogos asciende al doble que en la población en general, y es casi tres veces más alta que la de los otros profesionales, con exclusión de los de las ciencias de la salud.
El mismo informe manifiesta que los padecimientos psicológicos ocupan el tercer lugar, y las enfermedades coronarias e hipertensión son 25 % más frecuentes en ambos casos comparados con la población en general.
En una publicación que realizáramos en 1979 en la Revista de la Confederación Odontológica de la República Argentina, sobre la base de estadísticas obtenidas de la Caja de Seguridad Social para Odontologos de la Provincia de Buenos Aires, sobre un total de 4925 afiliados, y con una tasa de mortalidad de 4.1 por mil en cuatro años ( 82 ) la causa más elevada correspodía a los accidentes cardiovasculares con el 42.6 de la muestra. En cuanto a la morbilidad incapacitante por ésta misma causa, (329 en cuatro años) representaba el 12 %, siendo la causal más significativa. Entre la totalidad de éstos incapacitados no permanentes, los trastornos psicológicos, ascendían al 1.8 % de los incapacitados, y un 0.2 % sobre el total de la muestra. En esa misma época, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, informó que el 13 % de la población con alto nivel educacional padece alguna enfermedad mental. En una publicación posterior (1983) en Odontología Bonaerense, y con cifras obtenidas de la misma institución (CSSpOPBA) sobre un total de 6540 afiliados, los odontologos discapacitados permanentes por causas psicologicas y neurosis en general, representaban el 12.7 de todos los discapacitados(86).
En 2005 se lleva a cabo un cuestionario en un servicio de salud de Galicia (España), y casi el 50 % de los profesionales manifestaron cansancio emocional.
En 2006, en México, sobre 156 odontologos encuestados, 31 manifestaron padecer síntomas compatibles con el burnout.
En 2008, sobre un total de 117 cirujanos de las fuerzas armadas de Perú, y utilizando el cuestionario de Maslach Burnout Inventory, se pudo constatar que el 44 % sufría severos síntomas de agotamiento. Cabe consignar que ésta autoencuesta es utilizada desde 1980 y fija una escala de categorización sugerida de síntomas que resulta compleja e insegura.
En el mismo año 2008, a través de una beca establecida por el Ministerio de Salud de Argentina, y tomando como universo de investigación a médicos especialistas, y aplicando criterios propios de diversos paises, se pudo comprobar que los resultados obtenidos diferían entre los mismos. Los síntomas de Burnout en EE.UU ascendían al 19 %, en España al 37 %, en Holanda al 13 % y en Argentina al 47 %.
En 2012, a través de un cuestionario llevado a cabo en México sobre 135 odontologos pertenecientes al sector educativo privado, el 50 % de la muestra consignó síntomas compatibles con el agotamiento.
En 2015, según datos provistos por la Caja de Seguridad Social para Odontologos de la Provincia de Buenos Aires, sobre un universo de 12.298 afiliados, el porcentaje de enfermos con patología psiquiátrica pura ascendió al 5 % del total en un solo año, muy superior sobre el vigente en 1979. Estos enfermos, fueron diagnosticados por especialistas y la gran mayoría se sometieron a psicoterapia.
En el corriente año, en un informe de la Federación Odontologica Latinoamericana ( FOLA ), entre un 20 % y 30 % de los odontologos de la región padecerían algun trastorno psiquiátrico, lo que estaría determinado por "los bajos sueldos, escasos incentivos profesionales y la pérdida de prestigio".
Sin duda, todos los aportes que arriman estadísticas sobre la epidemiología del agotamiento o burn out en los odontologos son importantes, y abren un camino para la investigación y la prevención de éste verdadero problema. Pero también es cierto que los números que se manejan no siempre reflejan la realidad, y solo representan una porción del conocimiento socioepidemiológico de ésta patología tán compleja.
El empleo de cuestionarios autoinducidos, aún de aquellos aceptados como serios, tal el caso de la autoencuesta de Maslach Burnout Inventori (MBI) empleada desde 1980, no resultan totálmente representativos de la realidad clínica, ya que emplean escalas preestablecidas de síntomas y condiciones que el evaluado debe interpretar y categorizar obviando el diagnóstico médico, lo que las torna en por lo menos inseguras.
Cuando se llevan a cabo en muestras de profesionales que desarrollan su actividad en una misma institución, las causales se igualan y no pueden trasladarse a la totalidad de la población, resultando entonces escasamente representativas de la realidad profesional. Es por ello, que la discrepancia que se observa en los porcentuales que exhiben las distintas investigaciones, no nos asegura cifras estadísticamente aceptables como para encarar las soluciones.
Tal vez una institución como la Caja de Seguridad Social para Odontologos de la Provincia de Buenos Aires, que nuclea un universo de casi 14.000 afiliados obligatorios en su sistema jubilatorio y más de 11.000 en su sistema de cobertura médica integral, que ejercen la profesión en sus distintas modalidades y en zonas dispares, y que abarcan una ámplia gama de opciones clínicas, tanto los activos con sus naturales preocupaciones emanadas del ejercicio profesional, como los pasivos (jubilados) con sus estados de ánimo alterados por factores propios de su condición y de su edad, represente una fuente confiable para la provisión de datos relativos a la salud del colectivo, y una plataforma única para inducir y aplicar medidas que tiendan a dar satisfacción a las demandas de tipo médico y social que requieren para el logro de una calidad de vida sostenible.
CAUSAS
Se aceptan en general una serie de situaciones que se producen en razón del ejercicio profesional y que pueden resumirse en las siguientes :
* Pacientes difíciles, exigentes e incumplidores.
* Deficiente organización del consultorio.
* Acumular más citas que las posibles de atender.
* Trabajar en instituciones con exigencias
frustrantes o ambiente de trabajo inapropiado.
* Presión económica.
* Retribución insuficiente.
PRIMEROS SIGNOS :
* Episodios frecuentes de cansancio
emocional con relación al trabajo.
* Despersonalización( no se siente dueño
de su cuerpo y de su mente).
* Olvidos reiterados.
* Desorientación.
* Sensación de angustia.
SÍNTOMAS :
* Taquicardia con palpitaciones.
* Dolores puntiformes en el pecho.
* Hipertensión.
* Dolores musculares.
* Cefaleas.
* Contracturas.
* Problemas digestivos y de hábitos alimentarios.
* Menor deseo sexual.
* Insomnio.
* Comportamientos de riesgo.
* Conducta violenta.
* Impaciencia.
* Aburrimiento.
* Irritabilidad.
* Dificultad de concentración.
* Desmotivación.
* Hostilidad.
ENFERMEDADES EMERGENTES :
* Colitis.
* Úlceras.
* Hipertensión.
* Dolores de columna.
* Problemas oculares y auditivos.
* Alcoholismo y drogadicción.
* Depresión.
CONCLUSIONES :
El burn out o agotamiento, afecta a las profesiones más expuestas, que requieren de una interacción social constante y una actitud de cuidado hacia el prójimo, teniendo como contraparte una desmedida exigencia y una baja retribución.
Esta situación lleva a desalentar a los profesionales a ingresar a los sistemas públicos de salud, y a dirigir su accionar hacia modos de ejercicio profesional desvinculados de la relación de dependencia absoluta, tal como lo pone de manifiesto una declaración de la
CICOP ( Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires ).
En la misma dirección se inscribe la preocupación de la Asociación Médica Mundial, cuyo Consejo Directivo llevó a cabo su "203 Sesión" en la ciudad de Buenos Aires entre los días 28 y 30 de Abril con la asistencia de 200 profesionales de 110 paises.
Se realizó un exhaustivo análisis de las condiciones sociales en las que desenvuelven su trabajo los profesionales de la salud, como la desigualdad y la violencia, que los inducen a abandonar los centros asistenciales barriales, que son precisamente quienes más los necesitan.
Vistas así las cosas, vale la pena reiterar una serie de apreciaciones que ya vertiera en publicaciones anteriores y que a pesar del paso de los tiempos mantienen plenamente su vigencia.
La profesión odontológica, analizada desde el ángulo del ejercicio profesional como causa predisponente o determinante en la aparición de los trastornos descriptos, ofrece ciertas características que debieran investigarse separadamente de las causales de orden familiar, emotivo, laboral o patológico que ejercen su efecto sobre la población en general.
La naturaleza del trabajo, generalmente unipersonal y casi siempre aislado, los problemas de emancipación y competencia, las frustraciones, la no correspondencia entre lo imaginado en la etapa universitaria y la realidad del ejercicio, las nuevas modalidades de la prestación de servicios, la burocratización, la ingerencia de las tecnologías de la información y comunicación, la preocupación por la protección de su salud y la de su familia, etc., pueden constituirse en detonantes de una situación patológica que logra asumir distintos grados de intensidad y distintos tipos clínicos de manifestación.
En las últimas décadas se ha sumado un fenómeno caracterizado por la agresión verbal y física a los profesionales en las instituciones públicas, hecho tan grave que ha determinado que en algunos paises se analice seriamente la cuestión. En El Salvador se encuentra bajo análisis en el parlamento un proyecto de ley, que prevé penas de hasta 10 años de prisión para quien agreda a un profesional de la salud por motivos relativos al ejercicio de su profesión.
Un capítulo aparte merecen quienes se encuentran en condiciones de pasividad, también alcanzados por situaciones socioeconómicas que suelen activar reacciones lindantes con el burnout.
El cese de la actividad y su lógica consecuencia, la brusca disminución de sus ingresos, pueden acarrear, en individuos que se consideran todavía socialmente aptos, biologicamente activos y mentalmente capaces, la aparición de estados de irritabilidad, angustia, melancolía etc., que conducen en muchos casos a la depresión, entidad cuya tendencia en permanente ascenso, puede llegar a desembocar en el suicidio. Este fenómeno tambien debe ser asumido por las instituciones profesionales de seguridad social.
Las actuales tendencias en la legislación mundial, apoyadas en el incremento de las expectativas de vida útil, en las crecientes exigencias económicas contrapuestas a las deprimidas prestaciones jubilatorias, en la disminución de la natalidad y su consecuencia, el creciente aplanamiento de la meseta demográfica en los paises en desarrollo, y en la consideración y autoestima que significa para el ser humano el desempeño de una actividad útil mientras sus fuerzas se lo permitan, lleva a considerar seriamente algunas soluciones que compatibilicen un desarrollo acotado de la actividad profesional con asignaciones subsidiarias parciales para quienes opten por esta alternativa.
La reducción de los índices de enfermedad mental y la propensión al suicidio en los profesionales de la salud, deben ubicarse en la agenda de las instituciones de seguridad social como una demanda insoslayable. La sospecha precoz a través de mecanismos como las autoencuestas, que aquí sí pueden representar un mecanismo eficaz de colaboración, permitirán detectar a tiempo situaciones lindantes con el agotamiento, que tratadas a tiempo pueden revertir el problema. Pero la enfermedad ya instalada se diagnostica a través de los especialistas, y el abordaje terapéutico a través de los mecanismos específicos de la psicoterapia. En los casos en que esté indicada la prevención, pueden aceptarse limitaciones en los alcances de la cobertura institucional, pero ya instalada la enfermedad, resultaría conveniente no poner trabas a la cobertura del tratamiento con independencia de la duración del mismo.
En éstas épocas, ya el profesional de la salud resulta incapaz de dar solución per se a todos los dilemas y situaciones que interfieren con su trabajo, y por supuesto con su salud y con su vida misma.
Dicho espacio lo cubre sin duda la seguridad social que es un concepto polivalente, porque puede aplicarse a los distintos tipos de seguridad que el ser humano necesita para vivir sin temor, con fé y con dignidad. A dicho efecto prevé un conjunto de medidas destinadas a protejer a los sujetos contra las necesidades derivadas de las contingencias sociales.
Los odontologos debemos entender que nuestras contribuciones pecuniarias a la seguridad social, no están codicionadas a una contraprestación, sino que constituyen la exteriorización concreta de la solidaridad.
Es frecuente observar a profesionales despreocupados por los riesgos sociales que los acechan, por el solo motivo de que se consideran exentos de ellos. El odontologo, tal vez por las características de su trabajo, todavía no ha logrado sacudirse totalmente de los estigmas del individualismo, y a veces es tan marcado, que tercamente construye su propia inseguridad.
Vale la pena consignar algún dato que nos ha provisto el sistema de Cobertura Médica Integral (COMEI), de la Caja de Odontologos de la Provincia de Buenos Aires. En 2015 se desembolsó un 12.51 % de los ingresos del sistema en solo 20 afiliados, que afectados por la desgracia de su enfermedad requirieron coberturas que insumieron entre $ 500.000 y $ 2.300.000 (250.000 dólares al cambio vigente) por afiliado, sumas difíciles de abordar sin el sustento institucional.
Desde siempre, el hombre buscó aliarse con el semejante para sortear, apoyado en un grupo humano solidario, los efectos de la adversidad.
Hoy en día, la seguridad social es un derecho, pero involucra a los propios beneficiarios quienes deben financiarla con su aporte.
La enfermedad, la invalidez, los riesgos del trabajo y la vejez, son contingencias que nos esperan a la vuelta de la esquina, y de como hayamos entendido el concepto de seguridad social, y contribuido a su fortalecimiento, dependerá nuestro futuro.
EL HOMBRE SANO, ES UN
ENFERMO QUE IGNORA SU
ENFERMEDAD.
Jules Romain.
Agradecimientos
Al Dr. Horacio Alberto Viñes
Al Dr. Alberto Rabinovich
Al Sr. Luis Alberto Arce