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viernes, 20 de marzo de 2015

¿ PORQUE NOS AGREDEN ?


La muerte violenta de una médica residente de 34 años en manos de un paciente, en un centro de salud de Murcia ( España ), determinó que la Organización Médica Colegial ( OMC), creara un 
" Observatorio de Agresiones " y estableciera un día  que anualmente se dedica a la sensibilización de la comunidad y de los poderes públicos, a los efectos de evitar la repetición de estos hechos aberrantes.
Entre los años 2009 y 2012 el observatorio registró 83 sentencias judiciales relacionadas al tema, y desde 2013, el Sistema Nacional de Salud integró un grupo de trabajo en el entorno de los centros e instituciones relacionados a los servicios de salud.
Los hechos que vienen acaeciendo en Argentina, como en muchos otros paises, con la agresión de profesionales de la salud que ponen en riesgo sus vidas, amerita que los organismos públicos y las instituciones profesionales produzcan acciones destinadas a combatir, sancionar y desterrar éstos hábitos que sujetos antisociales llevan a cabo sobre indefensos profesionales.

LA VIOLENCIA EN EL LUGAR DE TRABAJO.

" Los profesionales de la salud quieren usar guardapolvos, no chalecos antibalas " ( al decir de Gilardi ), es una expresión acorde al peligro que hoy entraña el desempeño en centros de salud y aún en la consulta privada.
La violencia que hoy se refleja en la sociedad, con una pérdida de los límites entre lo permitido y lo sancionado, se ha extendido de tal manera que  ciertos elementos marginales, se permiten imponer condiciones a los médicos, odontologos, enfermeros, etc., en cuanto a su desempeño profesional, y descargan sobre ellos las culpas que debieran adjudicarle al propio sistema de salud, y a los organismos públicos y privados que dictan las reglas, pero nunca a quienes son los ejecutores de acciones que no son otra cosa que la expresión de sus obligaciones ante la comunidad.
Las guardias nocturnas, los servicios de ambulancias y otras acciones de atención al público, aún en horarios diurnos, suelen quedar bajo la amenaza y la agresión de gente disconforme, sin que los mismos que exigen a veces lo que los profesionales ya no pueden dar, se den cuenta que sus actos pueden influir negativamente en la prestación adecuada de los servicios de salud.
El estado de vulnerabilidad en que se encuentran los profesionales de la salud, impone una acción rápida y efectiva de los poderes públicos para evitar que la escalada de violencia nos lleve a tener que llorar muertos, tal como sucediera en España.

LA SOCIEDAD ANTE LA PREOCUPANTE SITUACION DE
INDEFENSION DE LOS PRESTADORES DE SALUD.


Casi desde siempre, la sociedad en su conjunto ha tenido la percepción de que los problemas que aquejan a los efectores de salud son ajenos a ella y pertenecen con exclusividad a los propios profesionales.  Así solo una acendrada vocación impulsa  a gran parte de ellos a desarrollar dignamente su actividad inmersos en un
sistema que los margina y los vuelca a un trabajo insaluble, peligroso para su integridad física.
Sin embargo esa misma sociedad que les demanda diligencia, idoneidad, dedicación y actitudes comprensivas para con los pacientes, no se inmuta cuando esos mismos profesionales reclaman respeto y consideración en sus demandas de condiciones dignas de trabajo y remuneración.  Se ha perdido la confiabilidad del enfermo hacia su profesional y se ha creado una barrera que lo aisla peligrosamente de sus pacientes.  La tradicional relación profesional-paciente, ha dado paso a una cadena de recelos que la distorcionan. La población en general se arroga derechos que los sistemas de prestación de servicios no reconocen, y el profesional queda entrampado en una maraña que por un lado lo expolia y por otro lo agrede.   La medicina defensiva y la evasiva son consecuencia de un mecanismo de supervivencia del profesional que intenta a través de ellas resguardarse de eventuales demandas, y asi se diluye el límite que separa lo que se puede hacer de lo que se debe hacer, y en muchos casos la honestidad no entendida, desencadena la hostilidad que conlleva la violencia.

UNA PLAUSIBLE AUTOCRITICA SE IMPONE.

  Es bien cierto que la agresión física a los profesionales de la salud la lleva a cabo una ínfima minoría de la población.
Tambien es cierto sin  embargo, que una franja importante de la 
misma, culpa a los profesionales por algunas situaciones de irrespeto y falta de consideración de los enfermos, sin tener en cuenta que las decisiones pasan por estamentos que exceden a los propios profesionales ( llámense estado, seguridad social, medicina prepaga ), aunque ellos sin proponérselo sean la cara visible del sistema, y que  en última instancia, no son más que simples ejecutores de las políticas con escasa participación en las decisiones.
Sin embargo, tanto en forma individual como a través de sus organizaciones gremiales, científicas y colegiadas, se soslayan los temas controversiales y se aceptan, aún a regañadientes, situaciones de desmedro  que se imponen a través de las gerencias de los entes financiadores, que de manera inconsulta deciden sobre formas y condiciones de trabajo, aranceles y responsabilidades.
Ante tal situación, las entidades gremiales profesionales suelen ignorar dicha  temática con la cantinela de preservar las fuentes de trabajo; las asociaciones científicas prefieren no "contaminarse" con problemas que "las exceden", y los colegios profesionales, que cuentan con leyes que les confieren atribuciones con poder disciplinario para la fijación de normas de trabajo y remuneraciones dignas, para la habilitación de los lugares de trabajo y para la defensa de la ética profesional ante el avance de las fuerzas oscuras aunque no invisibles del mercado, miran para otro lado y acatan mánsamente las reglas  que les imponen sin participación ni discusión alguna, y así, médicos, odontólogos y otros actores de la salud, dan la cara ante sus pacientes, trabajan con desagrado y reciben las respuestas violentas de una pequeña porción de la sociedad que se siente víctima, sin darse cuenta que termina victimizando a quienes son, ni más ni menos, los que  deben cuidar su salud.  Esta situación no es patrimonio exclusivo de la odontología argentina. Numerosos son los paises en los que los profesionales se ven sometidos al maltrato y la explotación, y salvo excepciones, son muy pocos los que se oponen y prefieren dejar de prestar sus servicios en condiciones poco dignas. En una reciente publicación de colegas salvadoreños ( ver cuadro ) se hace un llamado de atención al respacto.
 
Es preciso evitar que éstas expresiones violentas, se conviertan en  reacciones habituales y fomenten la ruptura de ese vínculo tradicional entre profesionales y pacientes, sin el cual se dilapida uno de los baluartes que apuntalan la salud de la población.

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