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domingo, 24 de noviembre de 2013

EL SISTEMA DE" OBRAS SOCIALES ", UN APORTE FUNDAMENTAL A LA SALUD EN ARGENTINA. ( cuarta y última parte ).


                                 CONCLUSIONES
 La mayor parte de los planes y reformas que se aplican en los sistemas de salud en el mundo, se afirman en éstas últimas décadas en los modelos de eficiencia económica frente a los reclamos de equidad y calidad en los servicios.
Así encarada la situación, la salud no se apartaría de los cánones clásicos de la industria y el comercio en general.
Sin embargo, el solo hecho de pensar en la salud como una mercancía, que se maneja en el mercado con las clásicas características de la oferta y la demanda, no contempla la situación de millones de seres humanos, que arrastrados por la globalización y los nuevos paradigmas impuestos por el capitalismo liberal, quedan excluidos en muchas regiones del orbe, enormes masas de seres humanos pobres y desprotegidos, que deben deambular enfrentando la enfermedad en un mercado en el que los espacios sanitarios han sido llevados a competir en la poderosa industria de la salud.
La salud para ricos y pobres, es una constante que se ha mantenido a lo largo de las décadas, pero el Estado ha debido hacerse cargo de la responsabilidad sobre dicha situación, no siempre con las herramientas adecuadas, y a veces traccionado por intereses que entrecruzan sus fuerzas en una especie de campo magnético, en el que prevalecen los que enfrentan a usuarios y prestadores, servicios médicos públicos y privados y a los sindicatos con el estado.
Mientras tanto, una gran parte de la población ve demorar la solución a su tragedia social de abandono y desesperanza, y en su miseria, todavía avizora un horizonte pleno de justicia social.
No obstante éste hecho dramático, en nuestro país casi la mitad de su población, con un aporte que se descarga de su salario ( cuando el trabajo se desarrolla en blanco ) y la contribución de los empleadores, se ha logrado estructurar un mecanismo, que imperfecto y a veces plagado de corruptelas, todavía permite lograr una atención médica, que si no alcanza los más altos estándares de calidad, por lo menos cumple con la protección de las familias en niveles aceptables.
No se puede desconocer que a través de una experiencia de 43 años en forma institucionalizada, las Obras Sociales han puesto en la superficie todo lo bueno y lo malo del sistema, en el que se juegan intereses, algunos sociales y también políticos y facciosos, no siempre legítimos, no todos espurios.
Ya nos hemos referido a los variados intentos de modificar el sistema, y a los continuos fracasos que, aún con la disposición clara del estado para encauzarlo, cayeron uno a uno en el saco de incongruencias, vanidades y prejuicios, evitando mejorarlo y manteniendo su atomización, sin que se pueda lograr un sistema integral e integrado.
Ni siquiera los gobiernos autocráticos se esforzaron en alcanzar los objetivos deseables a pesar de jactarse de su infalibilidad.  Los gobiernos democráticos promulgaron leyes que se transformaron en elegante letra muerta por imperio de los factores de poder, y el estado enfrascado a veces en imponer políticas centralizadas, a veces asfixiantes, y otras veces en políticas de mercado, de desregulación y de subsidiaridad, navega en un mar proceloso que no le permite hacerse cargo de fijar metas con claridad y con proyección de futuro.
Los asalariados por tanto, siguieron apoyando, aún con reservas, recelos y a veces con malhumor, su sistema.
El tema dio para que la propia Iglesia se ocupara del problema de los desposeídos ante los infortunios de enfermedad, y en la Pastoral del Episcopado Argentino de 1956, y otras posteriores, hacía referencia a la auténtica aspiración de elevar las condiciones materiales y morales de los asalariados. En la encíclica Quadragésimo Anno N° 35, el propio Vaticano también hacía mención a la necesidad de auxiliar a los miembros de la sociedad más necesitados.
Los distintos gobiernos, tampoco dejaron de expresar sus inquietudes, considerando impostergable la realización de estudios destinados a definir un sistema racional de atención de la salud para todo el país, con una adecuada financiación, que contemple las realidades regionales, los recursos disponibles, las necesidades insatisfechas y las aspiraciones, tanto de la población como de los profesionales que habrán de prestar los servicios.
Las Obras Sociales por supuesto, no constituyen en si mismas una política de salud, y si bien cumplen con una función que el estado dejó vacante, no se adentran en profundidad en los valores aceptados del derecho a la salud, la solidaridad social, la participación, las prioridades de la educación en las profesiones de la salud, la capacitación del personal, las tecnologías de la información y comunicación, la investigación y fundamentalmente en la necesidad imperiosa de coordinar e integrar los servicios, manteniendo en cambio un sistema pluralista que tiende a la dispersión.
La dependencia que las obras sociales mantienen con la infraestructura estatal y privada, fundamentalmente en las áreas de internación, análisis de laboratorio, estudios por imágenes, odontología etc., las torna ciertamente vulnerables desde el punto de vista económico, pero tampoco resultaría viable, aún en las más poderosas, intentar autoabastecerse, por lo cual deben asumir sin excusas su condición de entes financiadores en un gran porcentaje de prestaciones.
La desregulación vigente, les ha restado a muchas de ellas un elevado porcentaje de afiliados, y algunas se convirtieron en un trampolín de afiliados ( casi un 20 % del universo total hasta el momento ) que se traspasaron a la medicina prepaga, situación que determinó un notable incremento en sus carteras que llegaron a triplicarse en la última década, pasando de algo más de 2 millones , a 6,2 millones de aportantes.
Muchas de las leyes aprobadas a través de los años, no han sido derogadas, sin embargo su vigencia es parcial o directamente han sido ignoradas. La necesidad de marchar hacia un seguro de salud integrado, se agota en los foros de discusión y se rinde ante los intereses en pugna.
El crecimiento económico, es por ahora el motor que impulsa la sobrevivencia sin demasiados contratiempos de las obras sociales, ya que el sustento de su financiación surge de la dupla
aportante-contribuyente que generan los puestos de trabajo, pero la exclusión y la pobreza de una cuarta parte de nuestra población tiene clausurado el acceso a dichas instituciones, y su nivel de apenas subsistencia, le veda también por supuesto su atención en el sector privado, restándole solo la salud pública en manos del estado como su única opción, dada fundamentalmente a nivel del hospital público, abierto y gratuito, aunque a todas luces insuficiente.
La asimetría social y económica, categoriza a nuestro país como desigualmente desarrollado ( expresión de Lacerda en relación a Brasil ), y así como se ostenta un polo de riqueza en nuestra población con acceso a los más altos niveles de servicios de salud, también la sociedad expresa desniveles degradantes en su base, aunque es justo reconocerlo, una mitad puede casi sin excepciones acceder a niveles de salud aceptables en las obras sociales.
La ética en las profesiones de la salud, todavía sobrevive en la relación profesional-paciente, aunque como ya lo hemos analizado, en las obras sociales se va perdiendo gradualmente por cuestiones de desorganización, de extrema burocracia y de ignorancia sobre el verdadero valor del trabajo profesional, teniendo en cuenta que no son los afiliados al sistema los culpables de dicha situación, ya que su reconocimiento a los profesionales se demuestra día a día.
La bioética, alcanza a las obras sociales en la medida que deben enfrentar, no siempre con aptitud, las inéditas cuestiones planteadas por la ciencia y la tecnología.
La ética social, también las involucra por su participación en la atención de la salud de las comunidades, debiendo llevar a cabo los controles de eficiencia en el uso de sus ingentes ingresos, pero más importante aún, debe ser el estricto cumplimiento de los requerimientos de equidad, o sea, de la justa distribución de los recursos sociales para que alcancen a toda la población cubierta.
Estos flashes sobre la ética en las instituciones, nos recuerdan que todo sistema de salud, debe estar al servicio de las necesidades de salud de sus protegidos, en el contexto del respeto a los derechos de las personas.
Las Obras Sociales, con todo el esfuerzo que realizan para cumplir con su misión, todavía ostentan baches en los tres desafíos inherentes a las éticas analizadas.  La idea de integrarse en algún momento en un verdadero sistema de salud, tutelado por el estado, debe prevalecer en las mentes de sus dirigentes por sobre los apetitos y mezquindades que todavía persisten e impiden el goce de una digna atención de la salud a los 40 millones de habitantes de nuestro país.
EL AFILIADO Y EL PROFESIONAL EN LAS OBRAS SOCIALES, NO SON ENEMIGOS NI CONTRINCANTES, Y AMBOS DEBEN ASUMIR LAS ACTITUDES NECESARIAS PARA MEJORAR LOS NIVELES DE COMPRENSION QUE AYUDEN A DIGNIFICAR LA VIDA DE SUS FAMILIAS. 

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