Para principios del 2012, Argentina ostentará una relación Odontólogos-Habitantes de 1/720, lo que colocará al país a la cabeza de los paises latinoamericanos en lo que a dicha relación más baja se refiere, si se tiene en cuenta que en Uruguay es de 1/1000, en Chile 1/1170, en República Dominicana 1/1200, en México 1/1571 y en Haití 1/50.000, por tomar algunos ejemplos.
Esta relación que se dá en la odontología, no marcha paralela a otras profesiones, con excepción de la medicina, abogacía y las ciencias económicas, con la diferencia que las dos últimas profesiones se autosustentan alimentando una creciente burocracia tánto pública como privada, que ellos mismos inducen imponiendo mecanismos y legislación a veces inentendible para los profanos. La medicina dispone de una infraestructura de servicios en permanente expansión en todos los subsectores, que de a poco va absorbiendo los excesos de profesionales.
No ocurre lo mismo con profesiones científico-tecnológicas, que se demandan necesariamente sin que se incremente su número en la misma medida que las profesiones tradicionales.
Para darnos una idea de éste fenómeno, basta tan solo saber que Chile, por tomar un ejemplo cercano, gradúa por cada 1000 abogados, 207 ingenieros de diversas ramas, y la Argentina apenas 37. Esta situación se dá tanto en las universidades públicas como en las privadas.
No caben dudas que ningún organismo de la sociedad, ni dispone ni promueve la creación de mecanismos de planificación que influyan en la determinación de los educandos a la hora de elegir sus carreras. Por supuesto que no es una tarea fácil implementar mecanismos inductorios, sin que se preste a una malinterpretación que los asemeje a una tentativa de coartar la libertad de elección, pero por lo menos, debieran buscarse formas de asesorar o recomendar elecciones que apunten al proceso de desarrollo del país, desalentando el engrosamiento de profesiones que no responderán en última instancia, a las propias expectativas de los ingresantes, tánto en lo referente a sus apetencias económicas, como a sus deseos de ascenso social.
Esta falta de planificación, también incide en el abandono prematuro o en la extensión del lapso normal de la carrera, con el consiguiente despilfarro de tiempo y recursos. Basta pensar que en nuestro pais tenemos, por cada graduado anual, 17 estudiantes matriculados, mientras que en otros paises es de apenas 8. Ya es casi una verdad de perogrullo, que " la educación universitaria no aumenta las oportunidades laborales en la forma que sería deseable de esperar, y nó produce automáticamente el ascenso social de los estudiantes pobres. Ya no es tán cierto que un título universitario garantiza mejores oportunidades de progreso ". La frase entrecomillada, pertenece a Paul Krugman, y si bien personalmente no la comparto en su totalidad, representa el pensamiento de un intelectual que no debe desdeñarse.
La idea de una fuerte clase media sustentada en el estudio de profesiones universitarias, puede que ya no sea tán plausible como lo fuera en el pasado, pero tambien es cierto, que la formación intelectual que conlleva el cursado de dichas carreras, como el adentrarse en la ciencia y la tecnología, ayuda a crear mentes abiertas al cambio, otorgando al mismo tiempo, capacidad para adaptarse a los nuevos requerimientos, exigencias y desafios que plantea la sociedad moderna.
Los educadores dentales, siempre nos hemos preguntado: ¿ porqué debemos enseñar ?,¿ a quienes debemos enseñar ?, ¿ para qué debemos enseñar ?, ¿ dónde debemos enseñar ?, y hemos tratado de consensuar las respuestas adecuadas a cada situación.
Sin embargo existen otras dos preguntas que resultan cruciales para la educación universitaria, principalmente en aquellas profesiones que habilitan para ejercer actividades de servicio público: ¿ a cuantos debemos enseñar ? y ¿ como debemos enseñar ?. La primera de estas dos preguntas, ya la hemos respondido a lo largo de las exposiciones sobre " Enseñanza de la Odontología ", y la esencia de dichas respuestas, radica en la concepción política, ideológica y hasta económica que abrace cada educador. La superabundancia de Odontólogos, cuando la demanda no se elonga, crea frustraciones y resentimiento, y es un tema que tal vez nunca pueda tratarse liberándolo de las ideologías.
En cuanto al como, tambien ya hemos abordado algunas aproximaciones relativas al proceso de enseñanza-aprendizaje, pero vale la pena detenerse en un aspecto que pareciera controversial, y sin embargo en el fondo no lo es.
Existe una tendencia en los educadores, de plegarse a la idea del cambio permanente, estableciendo una verdadera oposición entre lo que se conoce como tradición y lo que se acepta como innovación.
En nuestra profesión, se dá el hecho cierto de un antagonismo entre quienes sustentan cada tendencia. Los hay quienes piensan en una formación básica, con preeminencia de una transmisión de conocimientos teóricos con un sólido soporte intelectual, complementado de un desarrollo de habilidades y destrezas amparadas en dicha formación. Otros educadores, exponen el ideario de una fuerte inclinación a la labor práctica desde el comienzo de los cursos, y una complementación teórica paralela que permita interpretar mejor dicha labor, con un acento puesto en la propia creatividad, para diferenciar así la profesión de un oficio, con el agregado de otorgarle a la facultad, las características de una empresa.
A éste último modelo, se lo suele caracterizar como moderno o innovativo, y al anterior como tradicional, llegándose a manejar términos como el de excelencia en contraposición a cultura o pensamiento.
Debe tenerse mucho cuidado de implantar cambios drásticos en los modelos de educación odontológica, sin caer como consecuencia en un descenso de la calidad educativa, y no interpretar la excelencia, cómo el disponer de profesores superespecialistas que suplanten a los generalistas, éstos últimos bien formados clínicamente, a los que
suele denominarse maestros. Ortega y Gasset, tenía una especial aversión por aquellos a quienes denominaba "generalizadores superficiales", y a su contrapartida los "superespecialistas".
De los primeros, censuraba su elocuencia ampulosa, dando la impresión de un dominio infinito del conocimiento, que se desvanecía ante el primer cuestionaniento serio de los jóvenes.
De los superespecialistas, decía que: "en su afan por profundizar el conocimiento, estudian tánto de tán poco, que llegan a saber casi todo de casi nada".
Los cambios, deben darse sólo cuando los docentes están preparados para darlos. Una herramienta educativa maravillosa, si nó se la emplea con conocimiento y convencimiento, puede resultar infructuosa y hasta catastrófica.
Dice Jaim Etcheverry con respecto a las dos concepciones educativas: " Cuando se escucha el discurso de los reformadores de la educación, es preciso concluir que todo lo que se hizo hasta ahora tuvo resultados desastrozos. Gracias a la denominada pedagogía tradicional, parecieran haberse formado una suerte de individuos estúpidos, memorizadores de informaciones inútiles, simples repetidores obsesionados por las evaluaciones, desmotivados por continuar aprendiendo durante el resto de sus vidas, dotados de un pensamiento infantil, incapacitados para trabajar junto con otros, bloqueados en toda discusión. En suma, unos pobres y despreciables ignorantes, desprovistos de juicio crítico y carentes de personalidad. Como el resultado de esos métodos perversos somos nosotros mismos, hay que advertir que es a nosotros a quienes describimos cuando criticamos a los que hoy denominamos despectivamente " métodos tradicionales de aprendizaje ". Los caracterizamos recurriendo al peor de los calificativos, porque para la sociedad actual no hay nada más denigrante que considerar que algo es "tradicional". La otra pedagogía ( la innovativa ), es la que nos promete un estudiante activo, motivado, interesado por aprender durante toda su vida, dotado de pensamiento adulto, capacitado para trabajar con los demás. Muy diferente, en fin, de ésto despreciable que somos nosotros mismos.
Una pedagogía desvelada por la relevancia y por eso centrada en lo "útil", como si resultara posible anticipar qué y cuándo algun conocimiento nos será útil.
Una pedagogía promotora del "estudiante entretenido" y activo, distante de quienes hoy se" aburren" ante la propuesta de estudiar algo en profundidad y con seriedad.
Una pedagogía estimulante de la discusión, aunque la sustancia del debate no refleje más que la ignorancia acerca de los aspectos más elementales de lo que se discute".
Creo que es bueno someter a la crítica, a cualquier método de enseñanza que pretenda imponerse. La educación no debe exhibir tán solo resultados mensurables, ( que los necesita ). La eficiencia y la productividad son palabras que encierran deseos de obtener logros concretos, aunque ello es tán solo una parte de lo que se pretende durante la formación profesional, si lo que necesita un pais son buenos técnicos y excelentes científicos, que al mismo tiempo constituyan una ancha base intelectual en la pirámide de talento, que ha de sustentar la pervivencia de una sociedad libre y democrática.
Decía Carlos Fuentes, "que las generaciones mayores tenemos la obligación de entregar a los jóvenes las novedades del pasado ", pero no debemos desentendernos de los adelantos técnicos y científicos, y de las nuevas modalidades de encarar la relación de la universidad con la sociedad, a través de los nuevos mecanismos de vinculación como la extensión, la asistencia técnica y la incubación de emprendimientos.
Una cosa no anula la otra, y la tendencia correcta sería una especie de mix de las ideologías descriptas, con programas conducidos por expertos, que sin renegar de su fundamentación técnicio-científica, acerquen al alumnado a la realidad que lo circunda. La universidad dejará de ser así esa antígua caja de cristal, para transformarse en un faro luminoso que irradie por doquier el conocimiento que produce a través de la investigación, y lo vuelque en la formación de profesionales que lo apliquen con idoneidad y sensibilidad social.
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