jaitt odonto social

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martes, 16 de febrero de 2010

CARTA ABIERTA A LA PROFESION ODONTOLOGICA

Juan Carlos Jaitt

Para comprender el proceso salud-enfermedad y aplicar las medidas que lo orienten positivamente, no basta con un abordaje exclusivamente biológico del problema enfocando tán sólo la relación causa-efecto. Sin embargo, la formación del Odontólogo en la mayor parte de las escuelas dentales del Pais, sosos ose ha mantenido poco menos que inmutable al rededor de un criterio basado en la atención de la enfermedad, no vislumbrándose, a través de los sucesivos cambios curriculares, una decisión destinada a torcer el clásico modelo biologicista, de alta tecnología, práctica costosa y escasa preocupación social.
El modelo flexneriano todavía pervive en nuestros planes de estudio, tánto en las facultades públicas cómo privadas, con su clásica concepción biomédica, sin escudriñar en los procesos culturales, sociales, económicos y operativos que se conjugan para un abordaje más abarcativo del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La Universidad, institución formadora del recurso humano superior, cumple a menudo su función totalmente divorciada e incoordinada con las áreas relativas a la producción y los servicios, y ambas reñidas con las políticas y los planes gubernamentales que priorizan los factores económicos y de desarrollo nacional.
La producción del conocimiento, su transmisión y la aplicación del mismo, se hallan aisladas y profundamente separadas, lo que implica una falta de inter y transdisciplinariedad que incide en la deficiente formación de un profesional aislado de la realidad que lo circunda, por tanto carente de capacidad crítica y creadora que le permita adquirir responsabilidad social, tomar decisiones y actuar objetivamente para modificarla. Pero ésta no es una función exclusiva e individual del Odontólogo, ni es el profesional aislado quien habrá de doblegar la impronta impuesta por su deficiente formación.
Las instituciones profesionales, sobre quienes recaería la responsabilidad de hacerse cargo de dicha tarea, no hacen más que mirar a otro lado y ayudan a solidificar el modelo impuesto.
La comunidad y los pacientes en particular, esperan que la preparación del profesional sea razonáblemente suficiente como para dar satisfacción a sus requerimientos y preocupaciones personales y sociales, sin embargo, no todos los graduados se hallan capacitados como para mensurar la problemática de la enfermedad mas allá de los clásicos moldes impuestos por el sistema de atención. La expansión científica y tecnológica, la consiguiente tendencia hacia la especialización e inevitáblemente la fragmentación del conocimiento, tienden a crear nuevas expectativas facilitando la manipulación de los sectores de opinión y distorcionan las motivaciones primarias de los pacientes, con lo que se crean nuevas exigencias e inquietudes que realimentan.
La introducción del lucro empresario en la administración de los sistemas médicos, ha creado un nuevo factor de perturbación para el profesional independiente y para el propio nenfermo.
Existe una manifiesta tendencia a encuadrar a los principales proveedores de servicios de salud,bajo la dependencia de grandes corporaciones organizadas específicamente para la cobertura de grupos poblacionales, y al mismo tiempo, se ha acentuado la búsqueda de éstas opciones de trabajo por parte de los nuevos egresados, incapacitados para superar las condiciones socio-económicas que atiendan su desarrollo en forma independiente.
Existe también una creciente influencia sobre el mercado de trabajo y sobre la educación odontológica por parte de los organismos financiadores de los servicios, quienes en su afan por contener la escalada de costos que soportan, van generando sistemas de control de gestión que complican la prestación e intensifican los dilemas eticos de la profesión.
Muchas de nuestras instituciones se allanan a aceptar dichos mecanismos, y en innumerables casos los hacen propios. Una mano de obra dócil, poco exigente y sin organización que los respalde, aumenta la sujeción y dependencia y la torna fácilmente manipuleable en contra de sus propios intereses.
Es por ello, que la fuerza de trabajo emergente del proceso educativo superior, debe contar nó sólo con las armas que le provée la universidad referidas al hecho púramente biológico, sino que debe fincar tambien la obtención de resultados positivos, en la aplicación de un marco conceptual que entienda la enfermedad como un hecho social, y por tanto no debe descuidar el abordaje de los factores ambientales, sociales, familiares y laborales, nó sólo concernientes al paciente, sino tambien aquellos que afectan directamente al recurso humano prestador de los servicios.
Ya no caben dudas que lo social afecta la salud y la enfermedad afecta lo social.
La institución universitaria, con toda la responsabilidad que le cabe en la formación de un recurso profesional apto, no excluye las obligaciones que le competen a otras instituciones profesionales, llámense científicas, gremiales, colegiadas, sindicales o de cualquiera otra naturaleza que cobijan al personal ya formado, y que deben bregar por preservar, mantener e incrementar el prestigio, la conducta y los valores éticos del profesional en particular y de la profesión en general, a los efectos de compatibilizar su compromiso social con su digna subsistencia. No habrá compromiso social de los profesionales, si ven cercenadas sus ansias de progreso ; si su formación científica y técnica los enfrenta a dilemas eticos de difícil solución; si las instituciones que ellos mismos solventan para su jerarquización y su defensa laboral, los entregan desarmados a un mercado de trabajo cada vez mas competitivo, explotador e injusto. Es probable que la Universidad, el Estado y las Instituciones en general, obren con sus miras puestas en el bien común. Pero la historia es el resultado de los actos humanos y nó de las intenciones, y la realidad es más que patética cuando se observa la espiral decadente de nuestra profesión.
Lo lamentable es que muchos de los fogoneros de ésta situación, se transforman en expertos en retórica, que pretenden hacer ver como positivo, aquello que nos ofende y degrada.
Pero lamentáblemente, la escasa preparación gremial de los profesionales y el peso de la situación económica que los agobia, ayuda para que , la endebléz de los argumentos presione sobre las escasas convicciones.
Debemos evitar que la frustración imposibilite encauzarnos hacia un proyecto colectivo. Esto no debe confundirse con un intento corporativo y mucho menos con sobreponer intereses particulares por sobre el interés general.
Como miembros de una profesión de la salud, estamos muy lejos de ello. Pero tambien es cierto, que la lucha que debemos emprender no nos coloca frente a un ideario desprovisto de intereses espúrios. Algunos de esos ideólogos nos hablan del generalista; del profesional al que le asignan el rol de "portero" del sistema, que debe desalentar la consulta al especialista; que debe controlar la sobreprestación y el sobreconsumo; que debe aplicar mecanismos restrictivos para el paciente, todo ello a los efectos de disminuir los costos y aumentar los réditos de las empresas gerenciadoras.
Al mismo tiempo dicha situación genera recelos en la industria tecnológica y farmacoquímica, que desde otro rincon, a través de una publicidad subliminal, y en algunos casos bastante desembozada, intentan influir sobre el paciente que ya no acepta recortes a sus requerimientos.
El dilema resultante, enfrenta así a dos corporaciones distintas y muy poderosas, pero el profesional es un mero expectador de la situación.
No obstante, seguimos aceptando con resignación las imposiciones de uno y otro bando, sin darnos cuenta que la lucha no es por una mejora de la salud de la población, sino por incrementar poder y ganancias, y creyendonos no contaminados en esa lucha, vamos sin embargo perdiendo prestigio, dignidad y consideración de la comunidad, ya que somos nosotros la cara visible y la herramienta actuante que asume ante el enfermo la mayor responsabilidad.
Para que tengamos una idea de hasta donde se nos ha comprometido ante la comunidad, vale la pena urgar en los resultados de la encuesta provincial de salud, que en la Provincia de Buenos Aires se realiza cada diez años aproximadamente.
Tomando el mes de Abril de 1998, en el conurbano, el 50% de los encuestados que se sintieron enfermos en los últimos 15 dias, decidieron no consultar al profesional.
La gravedad de ésta situación no sería tán extrema, si es que diez años antes, no hubiera sido del 26%, y otros diez años atrás, no hubiera sido el 18%. Que más queremos esperar como respuesta comunitaria a nuestra actividad ?.
Nuestro Pais, atraviesa por una grave situación social y por un inusitado índice de pobreza y exclusión . Pero nuestras instituciones profesionales no están siquiera preparadas, ya nó para promover soluciones convenientes, sino para aportar conocimiento y estudios que constituyan un marco referencial o un escenario proyectivo hacia el cual dirigir nuestra acción.
Podemos enumerar algunas de nuestras falencias institucionales :
Lista numerada
  1. No existen bases de datos confiables
  2. Nohay políticas de salud bucal
  3. Hay un desperdicio y deficiente administración de los recursos financieros que proveen los profesionales
  4. No existe ni se promueve la investigación socioepidemiológica y operacional
  5. Las políticas institucionales son erráticas
  6. Se ha llevado a la profesión a un debilitamiento creciente de su red de solidaridad
  7. Los liderazgos son ocasionales y existe una marcada falta de continuidad en las estrategias
Demás está decir, que revertir ésta situación es lo único que permitirá dar sustento a posteriores reivindicaciones individuales y colectivas.
No sé si en éste momento nos hallamos en un caos o en un laberinto. Preferiría pensar que estamos en el segundo. El laberinto tiene una salida, hay que encontrarla. El caos es la destrucción, y para su reordenamiento se requiere tiempo, esfuerzo y mucho sufrimiento.
Muchos de los que aqui estamos, hemos llegado a una altura de nuestras vidas que, como ya lo manifestara anteriormente, dejamos de ser hijos de nuestro pasado para ser padres de nuestro porvenir, y nadie nos puede despojar de nuestras utopías, palabra que significa "no rendirse a las cosas tal cual ellas son, y luchar por las cosas tal cual como ellas debieran ser". El ensayista Claudio Magris nos advierte al respecto que el destino del hombre y de la humanidad, se parece al de Moisés; que nunca alcanzó la tierra prometida, pero no dejó de caminar en dirección de ella hasta su muerte.
A nuestros dirigentes debemos exigirles tres condiciones indispensables: idoneidad, responsabilidad y conciencia moral. Y nosotros, como profesionales nos debemos exigir conducta, conocimiento, esfuerzo y participación.
Sin éstos valores estamos condenados a un futuro degradante.
NADA SERA DIFICIL SI NOS EMPEÑAMOS EN ENFRENTAR Y COMBATIR LOS DESAFIOS . SOLO PROYECTANDO UN CAMBIO LO VAMOS A TENER.

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