No debemos olvidar que sólo el costo del tratamiento de los enfermos con Alzheimer en el mundo, asciende ya a los 600.000 millones de dólares por año.
La disposición de mas tiempo libre, y el ansia por ocuparlo por parte de ésta población, habrá de determinar sin duda la aparición de nuevas opciones tecnológicas y productos destinados a llenar ese vacío. Pero el problema radicará en que dicha demanda no irá pareja con su satisfacción, en la medida que el poder adquisitivo de los jubilados, se estrecha cada vez más, y concluirá siendo un mercado muy limitado si los gobiernos no aplican medidas para universalizar el empleo de dichas herramientas.
En nuestro pais, el problema no ha de ser menor.
La vejez nunca se ha encarado como tema prioritario, y las respuestas esporádicas responden a intereses políticos que usan electoralmente a los mayores, pero los problemas sociales y de salud no tienen respuesta.
Los paises desarrollados, tratan de paliar el desfasaje entre las franjas etarias, recibiendo inmigración jóven, lo que a su vez les acarrea innumerables problemas de tipo social, y en muchos casos, se hallan imposibilitados de ofrecerles empleo a todos ellos.
En nuestro pais, la innmigración decayó desde el 30% de la población en 1914, a menos del 3% en la actualidad, y es generalmente un conjunto humano carente de remuneraciones en blanco y de cobertura social, que lo transforma en un débil soporte para el sistema de seguridad social.
Así la base solidaria del sistema será insuficiente, no ya por falta de voluntad, sino por carencia de recursos, y los que hoy constituyen la población pasiva, deberán continuar trabajando hasta el límite de sus fuerzas, y ello acotará aún más el mercado de trabajo de los jóvenes. Pero los pacientes, demandarán servicios eficientes no siempre al alcance de los profesionales mayores. Los odontólogos no somos inmunes a los males que generalmente aquejan a las otras personas ( demencia, Parkinson, ACV ) y otros problemas del envejecimiento. Nuestros pacientes pedirán protección, los seguros incrementarán sus primas, y se crearán organismos y mecanismos que determinarán la competencia de los profesionales, quienes por razones físicas o intelectuales, ya no recurren asíduamente a la educación contínua, y ha de ser razonable, no tanto la restricción abrupta del ejercicio en forma obligada, cómo alentarlos a hacerlo en forma voluntaria, con lo que, de hecho, se incrementará el número de derechohabientes en la seguridad social.
El alargamiento de la vida, es generalmente en nuestros paises, más acelerado que el crecimiento de las economías, lo que repercutirá en los ingresos de los mayores, y tambien de los jóvenes, que quedarán marginados del mercado de trabajo.
En el caso de nuestro sistema previsional provincial, los odontólogos enfrentaremos tambien un verdadero desafío, y será imperioso recurrir a estudios serios, y a disponer de dirigentes iluminados que asuman con responsabilidad la sustentabilidad financiera de nuestra caja.
Pero el desafío no sólo atañe a los directivos de los organismos de seguridad social. Habrá que replantearse la escalada de creación de facultades de odontología que se ha producido en éstos últimos 20 años, casi todas privadas, y que ensancha cada vez más la brecha entre los índices de crecimiento poblacional y de matrícula profesional.
Basta con repasar los índices de relación odontólogo/población. Hace poco mas de 30 años, la relación era de un odontólogo cada 1.295 habitantes. El último censo, determinó una población de 40 millones, y una matrícula de 53.000 odontólogos, lo que nos dá una relación de 1 por 754 , con algunas ciudades en las que la relación es muy inferior, cómo Buenos Aires en la que es de 1 en 121 habitantes. Si a ello le sumamos una constante feminización de la profesión, lo que determina un retiro anticipado y un aporte económico al sistema inferior, en virtud de los horarios de trabajo más restringidos, y en general por una necesidad menos acuciante que la del profesional masculino.
Los efectos de no adoptar políticas adecuadas, pueden resultar devastadores para nuestros jubilados, mas aún, que ya resulta cada vez más lejano,el costearse un retiro digno con los frutos del ahorro individual en la etapa productiva.
El futuro que nos espera es incierto, y si nó lo abordamos los propios interesados, ante el hecho consumado no tendremos otra opción que, no obstante renegar del intervencionismo del Estado, nos veamos obligados a transferirle las cargas que no fuimos capaces de asumir.
De qué vivirá un odontólogo que no ha recibido herencia alguna, y que sólo vivió de su trabajo, cuando deba retirarse del ejercicio profesional ?.
La jubilación ya no será sinónimo de júbilo, sino de pobreza y aislamiento social.
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