Los avances científicos de los últimos tiempos, nos demuestran que hoy en día todo es posible, en virtud de la investigación tecnológica que tiende a infiltrarse en los aspectos más recónditos de la sociedad y de nuestras propias vidas.
No podía ser una excepción el área de las ciencias de la salud, y en dicho espectro, la odontología ha experimentado un avance científico-tecnológico sin precedentes a partir de las primeras décadas del siglo XX
Son varias las revoluciones que impactaron en la práctica odontológica, tanto en lo atinente a la farmacología, la anestesiología, los materiales y técnicas relacionadas a la recuperación de la salud bucodental, la tecnología dental y la rehabilitación proporcionada por la ortodoncia, la cirugía bucomáxilofacial y la implantología.
Basta recordar que el clásico "torno dental", a principios del siglo XX era accionado a pedal, y que luego de la incorporación del motor eléctrico, llegó a desarrollar hasta 16.000 revoluciones por minuto con distintos grados de vibración. A principios de la década de 1950, se produce un gran avance que es el accionamiento de una turbina por parte de una corriente de aire presurizado, basado en las investigaciones de Robert Neisen, y llevado a la práctica en la industria por Stockton White, en 1957 con el nombre de airotor Borden, que elevaba la velocidad de la fresa dental a más de 40.000 RpM, pudiendo en algunos instrumentos alcanzar las 100.000. Poco tiempo después, la misma empresa de White, produce la turbina Star Flite, que alcanza las 300.000 RpM. El aire a presión también es empleado a posteriori en la elaboración de aparatos para la limlieza de los dientes,que hasta ese momento se practicaba con instrumentos manuales de raspaje.
Siguiendo los niveles de Leavell y Clark, que apuntan a una esquematización de la historia natural de la enfermedad, podemos también afirmar que la protección de la salud, cuyo pilar básico es la prevención, tambien ha recibido el aporte de la investigación y la tecnología.
Tan sólo en el area del diagnóstico se introdujeron en el mercado odontológico todas las tecnologías basadas en la aplicación de los rayos X, la resonancia magnética y la ultrasonografía. En cuanto a la prevención própiamente dicha, no se produjeron mayores avances fuera del empleo del flúor y las técnicas de cepillado dental.
Vale la pena mencionar que el cepillado dental ya era utilizado desde la más remota antiguedad ( ver publicaciónes de éste Blog del 22/11/2012 y 10/06/2014), aunque con el tiempo se introdujeron modificaciones en las técnicas empleadas. En cuanto al flúor, su introducción en el nivel preventivo de la odontología fué un descubrimiento accidental (serendípity), que comenzó con los estudios de Mc Kay a principios del siglo XX, que observó un cambio de coloración de los dientes en las personas que habitaban las montañas rocallosas del estado de Colorado (USA), debido a la presencia del flúor en el agua, y al que llamó "diente moteado". Recién en la década de 1930, en estudios llevados a cabo por Dean en USA, y Rodolfo Erausquin en la gobernación de La Pampa (Argentina) se descubre que el diente moteado, llamado "veteado" por Eráusquin, coincidía con ausencia de caries en los portadores de dicha patología. A partir de entónces comenzó a utilizarse éste halógeno en la fluoración de las aguas con escaso contenido de flúor, o incorporándolo a las pastas dentales o a medicamentos de uso local o general.
Sin embargo, el cepillado dental en el hogar, o el detartraje manual o a presión de agua en el consultorio dentan constituyen los mecanismos básicos de prevención de la caries y la enfermedad periodontal, pues a pesar de haberse descubierto la etiología microbiana de ambas enfermedades, no se ha logrado encontrar todavía un antimicrobiano único y efectivo para su tratamiento.
En 1959, se produce una nueva revolución industrial que consiste en la manipulación de la materia a nivel atómico o molecular, cuyos principales avances se producen entre 1960 y 1980.
A partir de éstas investigaciones, se crean máquinas que trabajan a nivel molecular ayudando al manejo de materiales cuyo tamaño oscila entre 1 y 100 nanómetros, medida que representa una diez milésima parte del cabello humano.
Esta nueva revolución industrial, se proyecta hacia la obtención de partículas invisibles, microprocesadores rápidos, baterías, placas solares y la biotecnología en general. Las nanopartículas funcionalizadas, comienzan a aplicarse en distintos ámbitos de las ciencias de la salud, y en lo que respecta a la odontología, pueden encontrarse ya ejemplos prácticos en :
* Nanodiagnóstico.
* Detección y tratamiento del cáncer.
* Anestesia sin vasoconstrictores.
* Nanorobóts.
* Penetración en los túbulos dentinarios hasta la pulpa dental.
* Reparación de tejidos dentarios.
* Ortodoncia.
* Antibacterianos.
* Higiene dental.
Precisamente a éste último punto nos referiremos, ya que el avance experimentado en los últimos tiempos en la investigación sobre la aplicación de nanorobóts destinados a la higiene dental, se encuentra en un avanzado estado como para pensar en un pronto traslado a la industria.
En una de sus últimas publicaciones, el Instituto Nacional de Investigación Dental y Cráneofacial (NIDCR). dependiente del Instituto Nacional de Salud (NIH) de USA, ha hecho referencia al tema, considerando áltamente positivos los estudios llevados a cabo en el Penns School de la Universidad de Pensilvania (Filadelfia), a través de su Departamento de Salud Bucal Comunitaria y Odontología Pediátrica, conjúntamente con la Escuela de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la misma universidad, con apoyo del NIH.
Estas investigaciones preliminares ya fueron publicadas en 2017 en la Revista ACS Nano de la American Chemical Society.
El microenjambre robótico empleado, está constituido por nanopartículas de óxido de hierro que desarrollan una actividad catalítica y magnética, que a su vez pueden activar el peróxido de hidrógeno ( N2H2 ), liberando radicales libres que actúan con efecto antimicrobiano.
A través de un campo magnético, podría dirigirse su movimiento y configuración para formar estructuras similares a cerdas, al estilo de un brazo robótico, que pueden deslizarse por todas las caras de los dientes, aún en los espacios interproximales.
La misma reacción catalítica, impulsa a las nanopartículas a la producción de antimicrobianos que eliminan las bacterias que no pueden ser barridas por las cerdas. De ésta manera se elimina la placa dental, y los rezagos microbianos obteniendo una higiene profunda de las piezas dentarias.
La investigación ha concluido que la acción de las microcerdas no daña las encías, y el basamento de nanopartículas de óxido de hierro ya ha sido aprobado por la FDA para otros usos.
Sin duda estamos cercanos a una innovación tecnológica, cuya aplicación por parte del odontólogo, y tal vez por los propios pacientes, tienda a una efectiva prevención de las enfermedades más prevalentes en la patología bucodental.
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