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sábado, 8 de febrero de 2020

LOS COMEDORES ESCOLARES Y LA SALUD BUCODENTAL


Puede afirmarse que desde siempre, la niñez en situación de pobreza de nuestro país constituyó un apreciable porcentaje de  dicho grupo etario que concurre a nuestras escuelas primarias.
Con el correr del tiempo, en muchos establecimientos de educación se extendió la carga horaria, y aún aquellos niños que concurren en jornada simple, ya por carencias económicas, o por ausencia de sus padres durante horarios extendidos por cuestiones laborales, deben recibir atención alimentaria en su escuela.
Los niños en general pasan más tiempo en la escuela que en cualquier otro lugar, excepto su casa, por lo que la escuela puede desarrollar un importante rol en el cuidado de su salud al impartirles conceptos y criterios que fomenten sus conductas y prácticas saludables.
El sistema de ayuda alimentaria en nuestro país comienza en 1900, cuando un grupo de maestros observa una disminución del rendimiento intelectual y una cierta astenia en los alumnos primarios, correlacionada a una demostrada ingesta insuficiente de alimentos en sus hogares.
En 1906 comienza la administración de la copa de leche, y en 1928 se implementa en la capital federal el primer comedor escolar.
Desde allí, y coincidiendo con una permanencia crónica de la pobreza en hogares con niños en edad escolar, independientemente de algunos períodos de bonanza económica, el funcionamiento de los comedores escolares se fué incrementando sistemáticamente.
El soporte financiero correspondió al estado nacional mientras la totalidad de la educación primaria dependía del Consejo Nacional de Educación. La transferencia de las escuelas al ámbito provincial y municipal, determinó que la responsabilidad recayera en los gobiernos locales. Se ha comprobado que en algunas provincias, el gasto en publicidad supera holgádamente al costo de mantenimiento de los comedores escolares. Demás está decir que en muchos casos los recursos resultaban insuficientes, lo que impulsó a la creación de las cooperadoras escolares que complementaban el sostenimiento de los comedores con aportes obtenidos de donaciones y de actividades destinadas a recaudar dinero extra.
No todas las administraciones gubernamentales le prestaron al tema la atención debida, pues significaba asumir que las situaciones de pobreza no se corregían. En el período comprendido entre los años 
1945-1962, a pesar de haber gozado de una situación económica con pocos precedentes en   nuestra historia, se relegó al sistema de comedores escolares prefiriendo buscar un mejoramiento del ingreso de los hogares, estimando que ello impactaría en la alimentación infantil. Sin embargo, la situación no se revirtió, y el gobierno del presidente Illia, en 1963, se vió obligado a instalar la mayor cantidad de comedores escolares en la historia del siglo XX, poniendo en funcionamiento 15.000, la mayor parte en el interior del país.  Durante dicha gestión (1963-1966), la porción del presupuesto destinada a educación y cultura fué la más alta de la historia argentina con un 25 %, multiplicando por diez la construcción de establecimientos educativos.
La década de 1980, volvió a ver crecer el número de comedores escolares, y la gran crisis de los comienzos del 2000, determinó que en 2002, con un índice de pobreza que rozaba el 45 %, funcionaran 19.606 comedores que alimentaban a 3.311.814 alumnos, casi la mitad de ellos pertenecientes a la Provincia de Buenos Aires (ver cuadro)
En el año 2014, no obstante haber atravesado una etapa de crecimiento a muy altas tasas durante casi ocho años, el número de alumnos concurrentes a comedores escolares trepó a 
4.500.000 niños, sin haber incrementado en la medida deseada el número de comedores. La elevada inflación, la fuerte pérdida del poder adquisitivo de los salarios, la precarización del empleo y el aumento de la desocupación, fueron los responsables de la situación descripta, que también impulsó a la puesta en funciones de más de 1.300 comedores comunitarios cuyos concurrentes eran niños en más de un 50 %. La reducción de las porciones y la disminución de la calidad de los alimentos fué el resultado de la falta de adecuación de los presupuestos. Los estudios determinaron que casi el 40 % de los alumnos sufren de sobrepeso por mala alimentación, y en ciertas áreas del conurbano y del interior del país, de desnutrición.
Si bien la función de los comedores escolares radica en ofrecer a los niños una alimentación digna, no deben desdeñarse otras acciones que impactan sobre conductas de comportamiento social y hábitos higiénicos saludables que promueven tanto la promoción de la salud, como la prevención de enfermedades generales y bucodentales. En éste último aspecto, no se han encarado políticas tendientes a instalar en los niños y adolescentes la práctica del cepillado dental, no obstante resultar de fácil aplicación y costo exiguo.
Con respecto a la alimentación, la dieta debe tender a ayudar a los niños a crecer y aprender. Tambien debe ayudar a prevenir la obesidad y las enfermedades relacionadas al sobrepeso, tales como la diabetes, sin olvidar el descarte de nutrientes que, como los azúcares refinados, tienden a incrementar los índices de caries dental ( CPOD ).
Las pautas alimentarias deben orientarse a :

*  El empleo de frutas y verduras en todas las comidas.

*  Preferencia sobre fuentes saludables de proteinas como carnes
    magras, nueces y huevos.

*  Agregar panes integrales y cereales ricos en fibras.

*  Hornear, asar o cocinar al vapor los alimentos en lugar de
    freirlos.

*  Limitar las comidas rápidas y la "dieta basura".

*  Ofrecer agua y leche en lugar de jugos de frutas con azúcar
    o bebidas gaseosas.

*  La provisión de agua potable debe contemplar el agregado, si
    no lo proveyera en forma natural, de flúor en la proporción
    correspondiente.

El hábito del cepillado dental debe ser una constante al finalizar cada ingesta alimentaria. Vale destacar que paises como Japón, han establecido como obligación, en los comedores escolares,  la práctica del cepillado dental y el uso de la seda dental al concluir las comidas.
    Buena alimentación y hábitos saludables, constituyen la base del accionar de los comedores escolares, a los efectos de dotar a la niñez, de las herramientas indispensables para su desarrollo físico y emocional que les augure un futuro digno que repercutirá sin duda, en  un mejor desarrollo de la propia sociedad y en un mayor despegue económico del país.

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