Cuando hablamos de comercio, nos referimos al arancelamiento que imponen las instituciones científicas o de otro órden para acceder a los cursos o carreras de posgrado que dictan. Esta situación se observa aún, en las propias universidades nacionales, aunque resulta una excepción remarcable los sistemas de residencias hospitalarias, que no solo son gratuitas, sino que además incentivan a los residentes con un salario que les permite una dedicación acorde a los requerimientos horarios del programa.
La " O " que utilizamos en el título, no es una forma de optar por alguno de los adjetivos empleados, pues casi siempre la acción del posgrado conlleva una parte de cada uno de ellos. En la realidad, no soy partidario del uso de la " O ", pues obliga a una elección, discrimina, simula una ruptura de caminos etc., y prefiero usar la "I" que suma y complementa las acciones. Pero como alguna de las opciones que manejamos puede sobreponerse sobre las otras, es que haremos una verdadera disección de la educación permanente.
LOS COSTOS DEL CONOCIMIENTO.
La primera elección de un estudiante es la carrera profesional, y una vez que traspone las puertas de su facultad, toma una segunda elección que lo pone ante una disyuntiva, profundizar los conocimientos generales de la profesión, o dedicarse a una especialidad.
En cualquiera de los casos, deberá el profesional afinar las opciones en cuanto a sus propias expectativas .
La cumbre del conocimiento es un ideal inalcanzable, pero existen escalas que diferencian a quienes adquieren desde una exigua información generalizada, hasta quienes se nutren de conocimientos especializados. Esta situación ocurre tanto en los profesionales como en el público en general. La inversión en capacitación y actualización impacta en la estructura de costos de los odontólogos. Tanto la suscripción a revistas, la asociación y agremiación voluntaria u obligatoria a instituciones, los cursos y conferencias, los posgrados etc., representan una inversión en tiempo y dinero, que en los últimos tiempos se ha expandido enórmemente.
Es cierto que quien no renueva sus conocimientos y no refresca sus destrezas, puede quedar estancado o rezagado. Sin embargo, la verdadera manía que se ha esparcido por sobre nuestra profesión, no siempre fundada en un apetito por el mejoramiento, y sí por la obtención de un certificado más para exponer o engordar los currículums, no deja de ser una epidemia preocupante por lo que insume en dedicación y costo económico.
Un simple conteo de las actividades de posgrado odontológico en la ciudad de Buenos Aires, en el lapso de un mes, nos permite apreciar que se dictan 82 cursos teóricos y teórico-prácticos, 30 cursos de especialización en universidades públicas y privadas,y 7 jornadas o congresos en los que tambien se dictan aproximádamente 70 cursos. En el gran buenos aires, entre círculos y colegio se contabilizan 40 cursos a los que debieran sumarse un número importante en el interior de la provincia y en cada una de las provincias argentinas, la mayor parte arancelados.
La entrega del conocimiento por parte de aquellos colegas que han sabido atesorarlo a través del estudio, la práctica y la investigación, es una labor digna, irreprochable y valiosa que justifica su remuneración. No obstante, también los dictantes deben estar conscientes, en una gran proporción, que tuvieron oportunidades de avanzar en su preparación, amparados en situaciones de holgura económica que heredaron de sus progenitores. Cuando ésta tarea se transforma en un comercio, que en muchas oportunidades se comparte con instituciones educativas, gremiales, científicas o colegiadas, y se ofrece como una obsesión que luego no se justifica en la práctica, se transforma en un liso y llano comercio, que lucra y especula con las necesidades de los colegas, y que no se refleja luego en las magras retribuciones que obtienen de los entes financiadores de la salud.
El conocimiento no tiene dueño , pero quienes disponen de él, deben ser cautos en ofrecerlo y desparramarlo dignamente, sin olvidar que dicha tarea, a veces responde a la necesidad de docentes, investigadores, especialistas o prestadores públicos de servicio, de acumular antecedentes para sus propias carreras y para la estima y consideración de sus pacientes o sus pares, sin olvidar que muchos dictantes de cursos y conferencias, a quienes no debe desconocérsele su vocación docente,lo hacen esponsoreados por la indústria y el comercio dental, que luego los muestra ante los colegas sin ningún tipo de recato. No ha de ser el dinero, el único mediador que permita al profesional capacitarse . Si aceptamos que solo pagando, podremos incrementar nuestro acervo científico para brindar un mejor servicio a los enfermos, estaremos discriminando entre los que pueden y los que nó, y los primeros constituirán una elite que compra el conocimiento como una mercancía, y los segundos, serán los rezagados y resignados que, a pesar de su voluntad, no podrán escalar posiciones en una carrera tán desigual. El profesional capacitado que enseña, tiene derecho a ser retribuido; la institución y el comercio que lo promueven, no pueden lucrar desmedídamente con un insumo que repercute en la salud de la población . Si la superación de un profesional, queda pendiente de su capacidad económica, nadie debiera asombrarse de enfrentar situaciones de extrema injusticia que, a la larga, se abaten sobre la propia sociedad.
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