miércoles, 15 de enero de 2014

UNA PREOCUPACION PARA ODONTOLOGOS Y PACIENTES


El contacto directo del paciente odontológico con sangre, fluidos orales, instrumental y superficies contaminadas de los equipos dentales, puede desencadenar la transmisión de una amplia variedad de microorganismos con capacidad séptica.
La hepatitis B y C, representan dos enfermedades cuya transmisión en el consultorio dental resulta estadísticamente comprobable.
La cadena de infección en éstos casos se construye desde la susceptibilidad del huésped, la presencia del patógeno con volumen del inóculo apropiado y la puerta de entrada.
El paciente no vacunado ( en el caso de la B ), o aquel que presenta condiciones favorables como las defensas bajas, resulta una condición básica para la adquisición de la enfermedad.  Pero también se requiere de la presencia de microorganismos y su introducción en el torrente circulatorio del receptor.
La primera situación es imputable al paciente, pero las otras dos se apoyan en las condiciones de higiene y en la prolijidad de los procedimientos de trabajo, en las condiciones de higiene laboral y del cuidado especial de aquellos instrumentos como jeringas, bisturíes etc., que vulneran los tejidos y abren vías de ingreso hacia el interior del organismo.
Así como los propios odontólogos tienen entre 3 y 5 veces más probabilidades de infectarse de sus pacientes, éstos pueden también resultar presas fáciles de la infección si el proceder del profesional no se ajusta a las medidas impuestas por la ciencia y la buena praxis.
En una reciente publicación hemos encontrado una seria referencia al tema de la transmisión de la hepatitis, y nos permitimos reproducirla por su relevancia.
 



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