Pareciera que para muchas personas mayores, la jubilación se les presenta como un corte abrupto entre una vida activa y otra pasiva, lo que suele acompañarse de incertidumbre, pesimismo, y en algunos casos, se lo toma como una antesala de la muerte.
Otros individuos, en cambio, ven en el retiro de la vida activa, una luz de libertad e independencia, y lo toman con alegría.
En ámbos casos, la situación apunta a la obtención de un refugio de autonomía en la soledad.
Es tambien observable en la sociedad, grupos humanos, sindicalizados en su mayoría, que tratan de obtener el beneficio jubilatorio a edades cada vez menores; y otros, que se manejan con un mayor caudal de conocimientos, que patrocinan un aumento en la edad para el retiro.
Este es un tema, que generalmente se aborda científicamente a través de tres ópticas que no siempre coinciden en sus apreciaciones. Por un lado, los que abordan el tema a través de las ciencias económicas, para quienes el jubilado es un producto de la sociedad cuyo sustento está dado por el mercado de trabajo y los aportes del Estado.
Por otro lado, las ciencias médicas, que a través de la Gerontología y Geriatría, analizan los distintos aspectos médicos y sociales que acompañan dicha etapa.
Por último, las ciencias jurídicas, que plasman ambas concepciones en cuerpos legales, que no siempre respetan los estudios de las otras ciencias, y crean verdaderos jeroglíficos que luego sólo los abogados pueden desentrañar.
No siempre la continuidad en el trabajo, mas allá de lo aconsejable, resulta beneficioso; y las conquistas sociales que adelantan los tiempos, pueden convertirse en verdaderas calamidades.
Es cierto, que no es posible aplicar una solución caso por caso, pero no está demás una mirada profunda sobre aspectos a los que no siempre se le asignan la importancia que merecen al momento de legislar, y es el análisis de la personalidad de los mayores de 60 años.
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